-Víctor, según dicen, alma blanca.
-Alma blanca –dijo ella riéndose–, ¿entonces, te desnudas para que vea tu alma? ¿Y de paso seque tu ropa?
-Está bien, me quitaré la chaqueta. Pero para ver mi alma tendrás que indagar mucho más, no soy tan transparente como parezco… –Víctor cada vez estaba más nervioso, Nadia, con sólo mirarle le hacía temblar, él se estaba desnudando para ella…
-¿Ah no? ¿No eres tan transparente? Permíteme que lo dude…
-¿Por qué lo dices?
-Nada, nada, por nada… pero tenías razón, no es fácil leer en tu alma si sólo te quitas la chaqueta… –dijo Nadie dejando entrever sus deseos–, pero, mirándote a los ojos tengo suficiente…
-¿Sí? ¿Y qué lees, guapa?
-Otro día te lo cuento… ahora prefiero cambiar de tema.
-Dime… ¿Por qué me perseguiste? ¿Siempre eres igual de impulsivo?
-¿Y tú? Acaso no acabas de meter a un desconocido en tu casa, ¿siempre eres igual de impulsiva? –Sentenció Víctor.
-No, sólo contigo. Pensé que si estabas en mi portal era una señal que no podía desperdiciar, por eso he decidido invitarte a subir, invitarte a una copa, y quién sabe si algo más…
Víctor tragó saliva, mientras Nadia fue a otra habitación a por esa copa. Aunque, si sólo era una copa lo que le iba a traer, estaba empezando a tardar algo más de lo debido. Y, cuando ella llegó sus dudas se esfumaron, tardó más que lo que debó tardar para preparar una sola copa. Se había cambiado de ropa, y traía su pelo algo más mojado, aún más sugerente, más rojo fuego, con su mirada penetrante.
Ahora vestía una pequeña falda, unas medias negras, y una blusa abrochada en los dos últimos botones, que dejaba entrever su gran pecho. Sólo entre su pelo, que le caía por el escote, y el sujetador podrían tapar algo, la camisa no tapaba nada… Justo lo que ella quería, dejarle entrever a Víctor sus instintos, su lujuria, pero él, ensimismado con la mirada de Nadia no podía mirar a ninguna parte de su cuerpo.
Tampoco podía sostenerle la mirada, desviaba sus ojos hacia el cuerpo de ella, pero esa visión la podía mantener mucho menos tiempo, temblaba de miedo, temblada de pasión… Hacía mucho tiempo que no hacía el amor con su, ahora, ex novia, hacía mucho que no gozaba del cuerpo de una mujer en su máximo esplendor… y esta vez, todo indicaba que sería esa tarde cuando culminaría su deseo.
Nadia humedecía sus labios con la punta de la lengua, se iba acercando a Víctor…
-Alma blanca –dijo ella riéndose–, ¿entonces, te desnudas para que vea tu alma? ¿Y de paso seque tu ropa?
-Está bien, me quitaré la chaqueta. Pero para ver mi alma tendrás que indagar mucho más, no soy tan transparente como parezco… –Víctor cada vez estaba más nervioso, Nadia, con sólo mirarle le hacía temblar, él se estaba desnudando para ella…
-¿Ah no? ¿No eres tan transparente? Permíteme que lo dude…
-¿Por qué lo dices?
-Nada, nada, por nada… pero tenías razón, no es fácil leer en tu alma si sólo te quitas la chaqueta… –dijo Nadie dejando entrever sus deseos–, pero, mirándote a los ojos tengo suficiente…
-¿Sí? ¿Y qué lees, guapa?
-Otro día te lo cuento… ahora prefiero cambiar de tema.
-Dime… ¿Por qué me perseguiste? ¿Siempre eres igual de impulsivo?
-¿Y tú? Acaso no acabas de meter a un desconocido en tu casa, ¿siempre eres igual de impulsiva? –Sentenció Víctor.
-No, sólo contigo. Pensé que si estabas en mi portal era una señal que no podía desperdiciar, por eso he decidido invitarte a subir, invitarte a una copa, y quién sabe si algo más…
Víctor tragó saliva, mientras Nadia fue a otra habitación a por esa copa. Aunque, si sólo era una copa lo que le iba a traer, estaba empezando a tardar algo más de lo debido. Y, cuando ella llegó sus dudas se esfumaron, tardó más que lo que debó tardar para preparar una sola copa. Se había cambiado de ropa, y traía su pelo algo más mojado, aún más sugerente, más rojo fuego, con su mirada penetrante.
Ahora vestía una pequeña falda, unas medias negras, y una blusa abrochada en los dos últimos botones, que dejaba entrever su gran pecho. Sólo entre su pelo, que le caía por el escote, y el sujetador podrían tapar algo, la camisa no tapaba nada… Justo lo que ella quería, dejarle entrever a Víctor sus instintos, su lujuria, pero él, ensimismado con la mirada de Nadia no podía mirar a ninguna parte de su cuerpo.
Tampoco podía sostenerle la mirada, desviaba sus ojos hacia el cuerpo de ella, pero esa visión la podía mantener mucho menos tiempo, temblaba de miedo, temblada de pasión… Hacía mucho tiempo que no hacía el amor con su, ahora, ex novia, hacía mucho que no gozaba del cuerpo de una mujer en su máximo esplendor… y esta vez, todo indicaba que sería esa tarde cuando culminaría su deseo.
Nadia humedecía sus labios con la punta de la lengua, se iba acercando a Víctor…