Dejé vencer mi alma, y por fin viviré en paz... En este Dulce Rincón, con esta Pena Vencida. Adiós La Dulce Pena. Adiós El Rincón de Los Vencidos. Todo tiene un principio, un fin y un motivo por el que existir: Este Rincón ya encontró el suyo, ahora es hora de delegar en La Piel de Una Promesa.
La Piel de Una Promesa

Brisa de Otoño (IV)

29 diciembre 2008

9 Vencidos

-Víctor, según dicen, alma blanca.
-Alma blanca –dijo ella riéndose–,
¿entonces, te desnudas para que vea tu alma? ¿Y de paso seque tu ropa?
-Está bien, me quitaré la chaqueta. Pero para ver mi alma tendrás que indagar mucho más, no soy tan transparente como parezco…
–Víctor cada vez estaba más nervioso, Nadia, con sólo mirarle le hacía temblar, él se estaba desnudando para ella…

-¿Ah no? ¿No eres tan transparente? Permíteme que lo dude…
-¿Por qué lo dices?
-Nada, nada, por nada… pero tenías razón, no es fácil leer en tu alma si sólo te quitas la chaqueta…
–dijo Nadie dejando entrever sus deseos
–, pero, mirándote a los ojos tengo suficiente…
-¿Sí? ¿Y qué lees, guapa?
-Otro día te lo cuento… ahora prefiero cambiar de tema.


-Dime… ¿Por qué me perseguiste? ¿Siempre eres igual de impulsivo?
-¿Y tú? Acaso no acabas de meter a un desconocido en tu casa, ¿siempre eres igual de impulsiva?
–Sentenció Víctor.
-No, sólo contigo. Pensé que si estabas en mi portal era una señal que no podía desperdiciar, por eso he decidido invitarte a subir, invitarte a una copa, y quién sabe si algo más…

Víctor tragó saliva, mientras Nadia fue a otra habitación a por esa copa. Aunque, si sólo era una copa lo que le iba a traer, estaba empezando a tardar algo más de lo debido. Y, cuando ella llegó sus dudas se esfumaron, tardó más que lo que debó tardar para preparar una sola copa. Se había cambiado de ropa, y traía su pelo algo más mojado, aún más sugerente, más rojo fuego, con su mirada penetrante.

Ahora vestía una pequeña falda, unas medias negras, y una blusa abrochada en los dos últimos botones, que dejaba entrever su gran pecho. Sólo entre su pelo, que le caía por el escote, y el sujetador podrían tapar algo, la camisa no tapaba nada… Justo lo que ella quería, dejarle entrever a Víctor sus instintos, su lujuria, pero él, ensimismado con la mirada de Nadia no podía mirar a ninguna parte de su cuerpo.

Tampoco podía sostenerle la mirada, desviaba sus ojos hacia el cuerpo de ella, pero esa visión la podía mantener mucho menos tiempo, temblaba de miedo, temblada de pasión… Hacía mucho tiempo que no hacía el amor con su, ahora, ex novia, hacía mucho que no gozaba del cuerpo de una mujer en su máximo esplendor… y esta vez, todo indicaba que sería esa tarde cuando culminaría su deseo.

Nadia humedecía sus labios con la punta de la lengua, se iba acercando a Víctor…

Feliz Navidad

24 diciembre 2008

8 Vencidos

El año pasado os felicité con Cuttlas (Navidad; Año nuevo). Este año, no he podido haceros un video musical cómo Passion (por desgracia para mí, me hubiera gustado, y alivio para vosotros, ya que mi voz no es muy agradable cuando canto y no sé tocar la guitarra), pero aún así he querido personalizarlo un poco más. El jueves noche salí por Málaga, en la Plaza de La Constitución está el árbol de navidad, y pensé, ¿por qué no va a estarlo también en mi blog? Y aquí lo tenéis para todos vosotros.



Disfrutad de la Navidad y que tengáis un buen año, nos vemos en el 2009...




We Wish You A Metal Xmas And A Headbanging New Year

La Dulce Pena en El Rincón de Los Vencidos

20 diciembre 2008

11 Vencidos

El otro día hablando por Messenger con una amiga, que por suerte, conoce de mi blog. Comentando sobre las entradas, sobre la última entrada, sobre la melancolía que producía, y esos fantasmas del pasado. Pero, días antes, me preguntó si ser “La Dulce Pena” y vivir en “El Rincón de Los Vencidos” no me condicionaba a la hora de escribir.

Primeramente le dije que no, en El Rincón escribía lo que me quería cuando me quería, no le ponía trabas a las historias, poemas, reflexiones… pero, ¿es esa la realidad? ¿O escribo con cierta melancolía y tristeza en los textos? Porque aquí, no escribo lo mismo que escribo en Grandes Odiseas y Momentos, ni siquiera lo que escribo en Las Mayoralas. Pero, claro, se puede pensar que esos son para “sus entradas específicas” y este para otras más generales, pero siempre con ese rasgo de tristeza, y con ese toque de esperanza que sólo tienen los soñadores.

Ella me hizo plantearme muchas cosas, cuando empecé en esto de los blogs, hace ya varios años, no tenía ni nick, ni dominio. Y, cómo sabéis, los elegí por casualidad gracias a la música (el nick y el primer blog por Mägo de Oz, y éste por Siddharta), en aquel entonces, no existía El Rincón, sino, Soy El Desterrado -si cabe con una dirección aún más derrotista-. Pero, escribía poco, y gracias al apoyo de unos amigos, nació El Rincón. Al principio no escribía sobre temas tristes, sino, sobre pequeñas reflexiones, llamémoslas, filosóficas.

El Rincón sólo era un blog, y La Dulce Pena, un nick cualquiera. Pero, supongo, que poco a poco, con el paso del tiempo, fui interiorizando a esa Dulce Pena, viviendo y sintiéndome como un Vencido, solitario en su Rincón… poco a poco, esas entradas y ese sentimiento empezó a nacer en mí (Hoy no tengo fuerzas; ¿Y por qué no?; hasta mi primera novelilla, El chico que dudaba).

Incluso, cada vez más, a mi mente venían algunos fantasmas del pasado… Volver atrás; Hubiera o hubiese; y tantos otros que no quiero recordar…

Quizás mi amiga tuviera razón y La Dulce Pena se hubiera interiorizado en mí más de lo debido, quizás, El Rincón estaba destinado a las entradas tristes y melancólicas, pero, otra cosa que me dijo, era que he de luchar por acabar con todos esos fantasmas del pasado, por vivir el presente, por elegir mi camino día a día, sin preguntarme qué hubiera pasado si hubiese elegido el otro. Ahora, lucharé por este presente, derrotaré todos esos fantasmas, y por fin viviré en paz…


En este Dulce Rincón, con esta Pena Vencida.

A pesar...

17 diciembre 2008

6 Vencidos

Delirios de Grandeza

15 diciembre 2008

9 Vencidos

Según Platón, hace ya muchos, muchos años, al principio de la creación antes de la existencia de los hombres y las mujeres, había unos extraños seres habitando la tierra, mientras los Dioses los observaban desde el Olimpo. Aquel ser, no era tan distinto a los humanos tal y cómo los conocemos hoy…

Ellos, tenían un cuerpo como el nuestro, pero no eran muy altos, más bien bajos. Para superar esa desventaja tenían otras cualidades. Al igual que las quimeras tienen varias cabezas, ellos tenían dos caras, pero opuestas entre sí en la misma cabeza y en el mismo cuello. Dos caras para controlarlo todo. Un solo cuerpo con cuatro brazos, cuatro piernas, y dos sexos. Tal y cómo conocemos hoy el de los humanos serían cómo un hombre y una mujer pegados por la espalda.

Pero los Dioses del Olimpo, recelosos de la perfección de tal ser, de sus cualidades los envidiaban y a la par estaban asustados. Con dos caras, no sufrirían ataques por la espalda, y estarían siempre atentos, trabajarían con cuatro brazos más que cualquier ser de dos, y las cuatro piernas le permitirían caminar y correr por todo el mundo sin cansarse. Pero sobre todo, lo que a los Dioses más asustaba eran sus dos sexos, con ellos, no necesitarían a nadie más para expandirse por la tierra, pronto, sería toda para ellos.

Zeus, patrón del Olimpo; el más asustado y él que más los envidiaba, pues a pesar de ser el Dios Supremo, esos simples mortales eran más perfectos que él; creyó hallar la solución para menguar su fuerza y perderles el miedo. Con un rayo, los dividió en dos, así se creó el hombre y la mujer, divididos no suponían ningún peligro.

La población del mundo se duplicó, pero no importaba, estaban desorientados, acostumbrados a todas sus cualidades, ahora no podían hacer nada, si querían recuperar su antigua fuerza tenían que encontrar a su mitad perdida errando por el mundo. Antes no hubiera sido mayor problema, pues podían caminar sin cansarse, ahora, sólo tenían la fuerza de su corazón para buscarla, pero, no era suficiente, la envidia de otros seres iguales que ellos, y la traición por la espalda hacía mucho más ardua la tarea.

Los Dioses, estaban pletóricos con el plan de Zeus, fue la única forma de mermar su poder y perderles el miedo. Pero, algunos seres no desistían en su búsqueda a pesar de las piedras que encontraran en el camino. A pesar de lo duro que se hacía luchar, seguían buscando su otra mitad, y si la encontraban, deberían abrazarla de nuevo, y en ese instante recuperar su antigua fuerza, la capacidad de evitar la traición, la resistencia para andar largos períodos y soportar el trabajo agotador, sentirse un solo ser en perfección.

Ese abrazo, hoy lo llamamos sexo, y es nuestra fuerza para seguir.

Desde entonces, los humanos vagamos perdidos en la noche, en el día. Tristes, desamparados, buscando esa mitad, luchando por ella, sin saber muy bien por qué, pero sintiendo que a Zeus no le salió del todo bien su plan, porque, aún podemos recuperar nuestra fuerza sólo oyendo nuestro corazón.
Con sólo abrazarnos en una noche de sexo…


Quizá haya una razón por la que luchar. Y un día, tal vez, se vuelvan a ver, sintiendo una atracción no entienden por qué, pero han de saber que han roto esa maldición han de hacer caso a su corazón...

¿Coincidencias?

12 diciembre 2008

9 Vencidos

Cómo algunos sabéis, estudio económicas, y para ir a la Universidad he de coger un autobús, que es algo así como hora y veinte, hora y media de camino. Uno para ir y otro para venir. En total cómo tres horas, y siempre más o menos con los mismos compañeros de viaje, la mayoría de mi propia facultad.

Imagináros esa situación durante un año entero, o un simple mes, sería para por lo menos entablar alguna conversación con el resto, ¿no? Pues quizás no, o al menos no con todos...

En mi primer año, cuando llegué a la universidad fue un poco para romper con mi pasado. Toda mi vida había sido el chico bueno de la clase, el que nunca faltó a clase... Algunas veces no por falta de ganas de no ir, sino, por la implacable sombra de mi hermana, y mi madre... Pero en la facultad estaba solo. No podían controlarme, podía ser ese Josemy alocado que corría por mis venas.

Ese Josemy ya empezó a notarse en el autobús, junto a otro amigo, nos pásabamos las tres horas riendo y disfrutando de la vida. Una vez, nos llevamos una cinta con heavy y un walkman con altavoces para no tener que oír Los 40. Gracias a aquellas acciones, tuvimos la "mala suerte" de que a un segmento importante (por ser casi la mitad de las personas) del autobus le incomódabamos, o eso parecíamos notar en sus miradas... excepto a una chica, una chica que siempre me saludaba y me sonreía.

Aquella chica no era muy alta, con el pelo castaño por encima del hombro, y unos ojos marrones, en los que, se le podian ver las arrugas tal vez de expresión, tal vez de vivencias... nunca se lo pregunté. Pero, desde la primera vez que nos vimos fue la única que me saludaba, sólo un saludo. Un Hola y una sonrisa. Y yo, se lo devolvía, si estaba hablando con mi amigo, cuando ella se subía, lo dejaba y le correspondía con la sonrisa.

Todo parecía normal, nunca hablamos más de ese hola, y sólo era a primera hora. Llegó Junio, y con él los exámenes, ya no la ví, al menos en el autobús, también es cierto que algunos días me fui en cohce. Y, allí estaba ella en la biblioteca de Economía. De nuevo ese saludo. Algo más raro fue el día que fui a otra facultad, a Ciencias, al otro lado de Málaga, y allí estaba ella. El motivo por el que yo fui allí, simplemente porque el conductor estudiaba allí y tenía que ir, el suyo, aún no lo sé, pero, volvimos a saludarnos.

Días después, volvimos a ir a otra facultad lejos de la de económicas, y allí volvió a estar, mi amigo se reía de mí diciendo que me seguía... Yo, le decía que eran casualidades, coincidencias... pero, han pasado tres años, y aún la sigo viendo, aún seguimos con ese Hola y la sonrisa, pero, nada más... Ni una sóla frase más allá de ese ritual, tan sólo sé su nombre por terceras personas y de casualidad.

Ahora, cómo dijo Ánima Sola:
Cómo saber quién buscó a quién bajo la luna.
Quiero creer en la sal de tu piel,
tu sudor en mi ser.
Ya he perdido la fe, triste vida sin ti.
Necesito tenerte.

Brisa de Otoño (III)

09 diciembre 2008

7 Vencidos

-¿Entras o qué? –le dijo ella, mientras le seguía sonriendo. Él la miraba inmóvil, su sonrisa, su cara, su pelo rojizo, su figura, su mirada… esa mirada cautivadora de almas. No podía decirle nada, aquellos ojos lo habían petrificado como Medusa, pero, por dentro, estaba deseando ir con ella al fin del mundo, al origen de sus almas. Ella volvió a insistirle:

-Chico, entra o te vas a empapar aún más. Yo no te voy a esperar todo el día, que sino también me mojo.
-Sí, sí. Ya entro. Perdona es que estaba un poco ensimismado con la lluvia, hacía mucho que no llovía así, y me ha sorprendido de repente.
-Menos mal que es por eso. Ya estaba pensando que un chico tan guapo iba a ser sordo, y no se daba cuenta de lo que le estaba diciendo, anda, entra, sube y te secas un poco la ropa.
-Sí.
–Fue lo único que pudo decir él, tras unos segundos ensimismado, de nuevo, en aquella mirada. En realidad ni siquiera sabía que le había dicho. Él tan sólo soñaba con aquellos rizos humedecidos recorriendo su pecho desnudo asustado bajo la inquisidora mirada en el lecho de su cama.

Él entró al portal, y la siguió se subieron al ascensor, iban a la quinta planta, allí, por lo que le dijo es donde vivía ella, sola, en un piso de estudiantes. Él pensó que, si aún estaba estudiando sería más joven que él, pero, en realidad, ella estaba haciendo un máster y era un par de años mayor que él. Pero, quizá ese simple par le hubieran servido a ella para vivir y saber mucho más de la vida que él, pero, no se atrevió a preguntarle nada sobre ella, la edad, tan la dijo ella, él ni siquiera hablaba.

-Es aquí –Dijo ella volviendo a romper aquel silencio incómodo entre los dos–. Ven te pondré el calefactor para que seques un poco la ropa.
-Gracias, no es necesario. No está mojada, simplemente un poco húmeda.
-No seas tonto, y quítatela para que se seque te vas a resfriar, y luego se lo pegarás a tu novia…
¿Lo había dicho para lanzarle una indirecta y saber si tenía novia o simplemente por intentar ser amable? Estaba desconcertado, y aquellos ojos no dejaban de mirarle buscando una respuesta, una sensación, un algo que le dijera que era el momento, su momento.
-No te preocupes si me resfrío, no tengo a nadie a quién pegarle el resfriado –Dijo él–. A propósito, ¿cuál es tu nombre?

-Mi nombre… Nadia, como la canción.
- ¿Canción qué canción?
-Una poco conocida, pero, da igual, es simplemente algo circunstancial, el nombre no importa. ¿Y tú? ¿Tú cómo te llamas?
-¿Yo? Cómo tú quieras llamarme…

Ella, no pudo evitar volver a sonreír, y mostrarle su sonrisa cautivadora al igual que su alma.
–No, en serio. ¿Cómo te llamas?
-Víctor, según dicen, alma blanca.

Posibilidad

05 diciembre 2008

8 Vencidos

El que sueña va con la esperanza,
El que tiene los pies en la tierra con la probabilidad.

Brisa de Otoño (II)

02 diciembre 2008

8 Vencidos

Se levantó de la silla, y antes de que el camarero pudiera llevarle al café que pidió echó a correr en busca de aquellos ojos. Jamás en sus veinte años había sentido nada parecido, corrió y corrió por la calle, tropezaba con la gente, pero le daba igual, seguía corriendo en busca de ella. De repente, su móvil empezó a sonar, deberá ser mi novia, pensó. Y se detuvo para contestar la llamada, efectivamente, era ella que entre lágrimas, le reprochaba que no estuviera en aquella cafetería dónde habían quedado. Él no sabía cómo disculparse, no podía decirle que estaba intentando buscar una mirada, así que calló, sólo le decía algunas veces perdón…

Ella despechada, al fin le dijo, lo que quería decirle, que su relación había acabado. Que estaba cansada de vivir aquel falso noviazgo, que entre ellos nunca jamás debió haber nada más que amistad. Y que, si él no la amaba tampoco debió empezar la relación. Aquellas palabras le hacían mucho más daño hoy, que cuando se las dijo, entonces no fue consciente, no era consciente de lo que le estaba diciendo, hoy sí. Hoy comprendía que no debió correr, no debió dar de lado a la que fue su novia.

Cuando acabó de hablar con ella, empezó a correr, debía seguir buscando aquella mirada, mientras corría, sin rumbo, iba notando cómo le caían algunas gotas de lluvia en la nuca. Con cada paso que daba las gotas que iba notando mojaban más, cada vez eran más grandes, y estaba empezando a mojarlo más. Se refugió en un portal que encontró en la calle, y por primera vez en mucho tiempo fue realista.

¿Cómo iba a encontrar a la chica? Si lo único que había visto de ella era la mirada, ni siquiera se había fijado en la ropa, ni en el color del pelo, nada… sólo en sus ojos, y si la encontraba por detrás, cosa difícil, pues desde que se cruzaron había pasado mucho tiempo, y aquella chica podía estar en cualquier lado, incluso entrando en aquel portal, pero, desgraciadamente no era así. La lluvia que empezó siendo una leve llovizna iba aumentando, y ya se hacía imposible pasear por la calle sin un paraguas. Por eso, no había nadie por la calle. Estaba él sólo.

Pasaban los minutos y la lluvia persistía, además, se estaba empezando a levantar un poco de viento. Recordó que pensó que debía resguardarse si no quería mojarse, pero que en realidad, ya estaba bastante mojado cuando se metió en el portal. Allí en el portal, escuchó una voz, una voz muy dulce y femenina que le dijo, qué es lo que hacía allí, y cuando se dio la vuelta pensando que quizás, podía ser la chica de los ojos, se dio cuenta de que no era ella, simplemente era una vecina, que le estaba pidiendo que abandonara el portal.

Instantes después, otra vez en la calle, volvió a escuchar otra voz, que le dijo:
-¿Tú qué haces aquí? Anda entra al portal que te vas a empapar.
Sin levantar la mirada de aquel suelo mojado, le dijo que no, y aquella voz, volvió a insistir. Él, aún recordaba la forma tan ruin con la que lo habían echado antes de allí, por eso, volvió a decirle que no quería entrar, y cuando le miró a los ojos, ella sonrió. Sí, no había duda, eran aquellos ojos, aquellos ojos almendrados… Aquellos ojos que le habían quitado el aliento.

-¿Entras o qué? –le dijo ella, mientras le seguía sonriendo.