Aquella mañana me levanté temprano, sobre las 8 para estudiar, pues se acercaba la época de los exámenes, y tenía que hacerlo; como siempre me senté en la silla blanca, y la mesa de cristal sería, como tantas veces, mi escritorio no tan improvisado. Frente a mí, el portátil para poder escuchar música y leer los ejercicios, a mi derecha, una cama, y a mi izquierda, la otra dónde yo dormí. Y al lado de esa cama a la izquierda, una ventana que da al exterior, por donde entra el sol, y puedo ver los leves cogollos de los olivos de un familiar.
Nada de aquella mañana escapaba al azar, tantas otras veces había actuado de esa forma, que sabía justo lo que pasaría, sabía dónde tenía que poner los apuntes para que no me molestaran con el portátil, dónde poner el flexo, por si hacía falta, y sobretodo sabía que no pasaría nada extraordinario… Pero, el azar es muy inestable, y hubo algo que me sacó de la rutina. Se me cayó el lápiz, y fue a parar debajo de la cama. Me agaché, y sin razón alguna di un porrazo sobre una de las losetas, una de las tantas losetas de mi habitación, sin diferencia alguna respecto al resto, tan sólo en las marcas de, lo que quiero suponer, granos de minerales.
Pero, aquella baldosa, sonó hueca, al principio no me extrañó, a pesar de haber hecho obras en la casa, el suelo de mi habitación, como el del resto, había permanecido intacto sin tocar, y podría ser que alguna losa estuviera suelta, o mal pegada han pasado muchos años desde que se construyó esta casa. Volví a pegar en la losa para asegurarme que estaba despegada, a mi cabeza vino aquel recuerdo de cuando era pequeño, cuando hicimos obra, muchas losas del salón tuvimos que quitarlas para cambiar el suelo por otras, y como pude empecé a quitar aquella baldosa, era mucho más entretenido que estudiar.
No sin esfuerzo conseguí arrancarla, y efectivamente estaba despegada, pero había algo más. Debajo de los cuatro o cinco centímetros de grosor de la baldosa, lejos de haber una dura capa de hormigón, cemento, o cualquier material que se utilizara cuando se construyó esta casa, había un hueco de unos diez por diez centímetros de ancho, y de una profundidad que no alcanzaba a ver, al estar prácticamente a oscuras debajo de la cama. En un principio pensé que podía ser el hueco dónde la profesora que habitó aquí hace cuarenta años escondía sus leves ahorros, o quizás, fuese el cura de la capilla, o, si lo tuvo el marido de la profesora, no sabía de quién sería, ni para sería aquel hueco.
Los estudios se habían olvidado por completo, pero, de repente pensé que quizás habría algún insecto, o peor aún, una serpiente que morara ahí en las noches de frío. Fui a coger la linterna de mi padre, pero, por desgracia, aquella mañana tuvo que ir a la obra temprano, y se la llevó porque cuando se fue no había siquiera amanecido. Tuve que esperar a que viniese a desayunar, por si acaso, volví a tapar el agujero con la loseta, y dejé ahí encima la goma de borrar, la curiosidad me invadía, y no podía dejar de pensar en que habría dentro del agujero, pero sin linterna me era imposible, dado mi miedo, buscar dentro de ese hueco.
Por todos es sabido que la curiosidad mató al gato, y yo, no iba a ser menos que un gato, por suerte para mí, en mi casa hay más de una linterna, cierto es, que algunas, como la que cogí, no alumbra demasiado. Volví a mi cuarto, y cerré la puerta, no quería que mi madre, o mi padre aparecieran de repente y me encontraran allí debajo, mi hermana seguía dormida, y tardaría en levantarse, siempre lo hace. Esta vez, me costó bastante menos levantar la losa, estaba claro que la otra vez llevaba años, muchos años sin levantarse, o eso quería creer.
Cuando pude ver lo que había allí dentro de aquel hueco, de una profundidad, alrededor de 15 o 20 centímetros, me llevé una gran sorpresa. No había nada. Simplemente un habitáculo vacío, y yo esperaba algo, un papel, una nota, dinero de hace tiempo, algo... hasta un insecto me hubiera gustado más que no encontrar nada. Pero, claro, era muy difícil que ese hueco estuviese hay intacto desde la época de la profesora y nadie de mi familia lo hubiese notado, era mucho más lógico que no me hubieran dicho nada y ese hueco hubiera sido usado para algo más, algo que nunca llegaré a saber.
Nada de aquella mañana escapaba al azar, tantas otras veces había actuado de esa forma, que sabía justo lo que pasaría, sabía dónde tenía que poner los apuntes para que no me molestaran con el portátil, dónde poner el flexo, por si hacía falta, y sobretodo sabía que no pasaría nada extraordinario… Pero, el azar es muy inestable, y hubo algo que me sacó de la rutina. Se me cayó el lápiz, y fue a parar debajo de la cama. Me agaché, y sin razón alguna di un porrazo sobre una de las losetas, una de las tantas losetas de mi habitación, sin diferencia alguna respecto al resto, tan sólo en las marcas de, lo que quiero suponer, granos de minerales.
Pero, aquella baldosa, sonó hueca, al principio no me extrañó, a pesar de haber hecho obras en la casa, el suelo de mi habitación, como el del resto, había permanecido intacto sin tocar, y podría ser que alguna losa estuviera suelta, o mal pegada han pasado muchos años desde que se construyó esta casa. Volví a pegar en la losa para asegurarme que estaba despegada, a mi cabeza vino aquel recuerdo de cuando era pequeño, cuando hicimos obra, muchas losas del salón tuvimos que quitarlas para cambiar el suelo por otras, y como pude empecé a quitar aquella baldosa, era mucho más entretenido que estudiar.
No sin esfuerzo conseguí arrancarla, y efectivamente estaba despegada, pero había algo más. Debajo de los cuatro o cinco centímetros de grosor de la baldosa, lejos de haber una dura capa de hormigón, cemento, o cualquier material que se utilizara cuando se construyó esta casa, había un hueco de unos diez por diez centímetros de ancho, y de una profundidad que no alcanzaba a ver, al estar prácticamente a oscuras debajo de la cama. En un principio pensé que podía ser el hueco dónde la profesora que habitó aquí hace cuarenta años escondía sus leves ahorros, o quizás, fuese el cura de la capilla, o, si lo tuvo el marido de la profesora, no sabía de quién sería, ni para sería aquel hueco.
Los estudios se habían olvidado por completo, pero, de repente pensé que quizás habría algún insecto, o peor aún, una serpiente que morara ahí en las noches de frío. Fui a coger la linterna de mi padre, pero, por desgracia, aquella mañana tuvo que ir a la obra temprano, y se la llevó porque cuando se fue no había siquiera amanecido. Tuve que esperar a que viniese a desayunar, por si acaso, volví a tapar el agujero con la loseta, y dejé ahí encima la goma de borrar, la curiosidad me invadía, y no podía dejar de pensar en que habría dentro del agujero, pero sin linterna me era imposible, dado mi miedo, buscar dentro de ese hueco.
Por todos es sabido que la curiosidad mató al gato, y yo, no iba a ser menos que un gato, por suerte para mí, en mi casa hay más de una linterna, cierto es, que algunas, como la que cogí, no alumbra demasiado. Volví a mi cuarto, y cerré la puerta, no quería que mi madre, o mi padre aparecieran de repente y me encontraran allí debajo, mi hermana seguía dormida, y tardaría en levantarse, siempre lo hace. Esta vez, me costó bastante menos levantar la losa, estaba claro que la otra vez llevaba años, muchos años sin levantarse, o eso quería creer.
Cuando pude ver lo que había allí dentro de aquel hueco, de una profundidad, alrededor de 15 o 20 centímetros, me llevé una gran sorpresa. No había nada. Simplemente un habitáculo vacío, y yo esperaba algo, un papel, una nota, dinero de hace tiempo, algo... hasta un insecto me hubiera gustado más que no encontrar nada. Pero, claro, era muy difícil que ese hueco estuviese hay intacto desde la época de la profesora y nadie de mi familia lo hubiese notado, era mucho más lógico que no me hubieran dicho nada y ese hueco hubiera sido usado para algo más, algo que nunca llegaré a saber.
10 Vencidos:
Este pequeño relato, como casi todos los que escribo, es ficción, en este caso con leves tintes de realidad, tales como la descripción de mi casa, mi cuarto, y mi forma de estudiar... Todo lo del hueco, pura fantasia. Además, en un principio esta entrada iba a ser la introducción a otra que publicaré en estos días, pero, poco a poco fue cobrando intensidad en sí misma, y la desglosé de la otra entrada...
Ya... pues estaría bien que siguiera... oye, hoy leyendo un libro "Alguien con quien hablar" me acordé de tu post sobre la soledad al leer esto:
El afecto, el amor, la amistad, no eliminan la soledad, la hacen soportable. Ignorarlo sólo conduce a responsabilizar a otro de nuestra propia soledad. Sentirse acompañado en ella, en la tragedia de la decisión que nadie adoptará por nosotros, en la palabra propia que ningún otro podrá decir en nuestro lugar, en la vida singular e irrepetible que nadie vivirá por mí, en la muerte mía que ningún otro morirá, es un regalo de la vida. Es la soledad sin vida, sin acompañamiento, la que produce deterioro y una tristeza y aburrimiento sustanciales. Y esto puede ocurrir al lado de otro u otros. No hay que dar por supuesto que uno no está solo porque alguien corretee o se asiente a nuestro lado, porque seamos mirados, atendidos o requeridos, o porque miremos atendamos o requeramos. Somos en soledad, pero podemos vivirla fecundamente con los demás.
El libro es de Angel Gabilondo. Un abrazo.
A ver si en esta semana publico la otra entrada, pero, no tiene nada que ver con esta... Es que empecé pensando en la otra, y al final me salieron dos historias demasiado inconexas como para unirlas...
Me ha encantado el párrafo que me has dejado... el libro no lo conocía, y al autor, quiero pensar que de oídas... Muchas gracias por ponerlo aquí...
Besos guapa
Ay qué intriga! y nunca lo sab´ra? tal vez los padres lo sepan o tal vez no... pero a partir de ahroa puede utilizarlo él...
e inventarse que uso tendría en sus ratos de evasión... xD
Me encanta que lo que escribas tenga "tintes de tu realidad"...
Te sigo leyendo, precioso...
Besitos...
Evadidas, jeje, igual sólo lo sabe él ya, si la profesora murió... ¿y qué usos podria tener? XD
Gabriela, muchas gracias guapa... Gracias por volver...
Bss a las dos
Vaya, yo que venía dispuesta a decirte que enterraras tú algo para que el próximo que ocupara la habitación sí tuviera sorpresa... :-)
Un besazo.
EnLaOscuridad, que grata sorpresa verte de nuevo por aquí, gracias por venir...
Piensa que siempre puedo ser yo el que haga el abujero, no? En principio, los próximos serán mi hermana y mi cuñado... pero, no se sabe...
Bss guapa
Me dejas pensando querido amigo..
UN PEQUEÑO AGUJERO EN TU HABITACIÓN.. HUMM..
Y para colmo no habia nada dentro! que desilución! Y YO QUE QUE YA ME HABIA IMAGINADO UN TESORO : jojas o alguna carta de amor.. quien sabe..
Pues nada ya tienes un escondite secreto.. que no hombre que es broma.. que ya se que es pura imaginación tuya.. jaja.. O NO.. HUMM..
ABRAZOS.
Cómo le dije a EnLaOscuridad, siempre puedo ser yo quién haga el abujero.. jaja
Gracias, yo tb hubiera querido algo, cualquier cosa mejor que nada!!!
Abrazos
Véncete a Las Palabras