Era la tarde que había estado esperando toda su vida, o al menos desde la primera vez que la vio a ella en aquel bar, y, por casualidad, entablaron conversación. Él no era de ese tipo de personas que hablaba demasiado, pero aquella vez fue distinto. Desde aquel día, no pudo dejar de pensar en ella, en cómo sería una vida a su lado, un mundo de felicidad junto a ella, un mundo de sueños…
Esa tarde sabía que la vería, pero no porque hubiesen quedado, pues, su cobardía no le dejaba expresar sus sentimientos, ella, era algo mayor que él, quizás, 8 o 10 años, o incluso puede que más, pero, eso, no le impidió que su corazón palpitara cada segundo por ella. Él tenía la certeza de que ella estaría allí, por la sencilla razón de que otros días como aquel mismo había estado, y esta vez no sería una excepción. No podía serlo.
Llegó allí pronto, quizás demasiado, no había prácticamente nadie, ni siquiera estaba ella. Triste, se acercó a la pared, y allí, se sentó, a pesar de ser un caluroso día de verano, el suelo, y la pared estaban helados, cómo si acabasen de ser mojados, y la sombra les hubiera protegido del calor. Desde allí, no podía ver quién llegaba, pero, no le importaba, seguro que llegaría alguien antes que ella, y se echaría atrás en sus planes de besarla.
Por suerte para él, o por desgracia, pues, no se encontraba capaz de hacerlo, al poco de estar allí, vio que ella salía de una habitación, y subía unas escaleras arriba, esas escaleras que tantas otras veces había subido. Lo dudó por unos instantes, pero definitivamente se decidió a subir. Le temblaban las piernas, y su pulso estaba bastante acelerado, cuando estaba a mitad de camino entre las dos plantas se detuvo. Por unos momentos, que le parecieron una eternidad, dudó en si seguir subiendo o no hacerlo.
Si subía, se encontraría con ella, con mucha suerte solos los dos, con un poco de mala, acompañados. Entonces, debería pensar algo para preguntarle, o explicar de algún modo que estuviese allí. No se le ocurría nada, se desesperaba, si se quedaba allí y alguien llegaba, lo vería, o incluso ella podría bajar, y preguntarle qué hacía allí. Estaba entre la espada y la pared, transformó su cobardía en valor, cambió el miedo por seguridad, y subió las escaleras para encontrarse con ella.
Llegó a aquel pasillo, esta vez, le parecía mucho más grande e inmenso. Había varias habitaciones a cada lado del pasillo, ¿en cuál buscar? ¿Qué decirle cuándo se encontraran? Quizás ella no se acordaba de él, así, tal vez sería mejor, pues podría explicarle quién era, pero, y si se acordaba, ¿porqué había subido hasta allí? La respuesta, en su mente estaba clara, quería verla, necesitaba besarla, declararle su amor. Pero, eso, no se lo podía decir a ella, no tenía el valor suficiente para decirle todo eso.
No tenía otra opción, la buscaría, intentaría explicarle quién era él si no se acordaba, y, decirle que sólo quería saludarla tras tanto tiempo sin hablarse. Luego, tras eso, la besaría. Y esperaría su reacción, pasara lo que pasara habría cumplido su sueño, la habría besado, y nada más importaba. Por una vez en su vida, había luchado hasta el final, y en esos casos lo que menos importa es el resultado. Sólo importa entregarse al máximo, como él estaba haciendo.
Con paso tembloroso empezó a recorrer aquel pasillo, había cuatro, o quizás, cinco puertas, a primera vista parecían todas cerradas, pero, tras un exhaustivo examen, seguían cerradas. Al menos, sé que tiene que estar en una de estas puertas, se dijo para sí mismo. ¿Pero por cuál empezar? Tragó saliva y se acercó a una puerta cualquiera, pensó en abrirla sin más, pero, recapacitó, y creyó que sería mejor pegar con los nudillos, y esperar contestación. Se sacó la mano del bolsillo, tomó aire, cerró el puño, alzó el brazo y se dispuso a tocar en la puerta.
Toc… Toc… Toc…
Unos segundos después, nada ocurrió, al menos en aquella habitación. Algo estaba claro, allí no estaba. Pues, había pegado tan fuerte, que pensó que incluso pudo haberse oído en la planta de abajo. Bueno, vayamos a otra puerta, pensó. Pero, antes de que pudiera dar algún paso, se abrió otra puerta, y salió ella. Un poco asustada, le preguntó que había pasado. Él sólo le dijo, que la estaba buscando, para hablar con ella, ella, le incitó a entrar a su despacho.
Una vez dentro, por suerte a solas los dos, le estuvo explicando quién era él, dónde se habían conocido, y que simplemente quería saludarla. Ella, al escuchar sus palabras sonreía, pues, no se acordaba de él, pero poco a poco, con su historia, sí se iba acordando. Incluso, alguna vez llegó a corregirlo a él. Allí, hablando, pasaron un buen rato, se acercaba la hora para que comenzara el motivo de que los dos estuviesen allí. Ella, le dijo, que era hora de bajar, y él se puso de pie, caminaba hacia la puerta y ella le seguía, aún con una sonrisa en sus labios.
Al salir de aquel despacho, ella cerró la puerta, y le miró a los ojos para decirle, que bajase él primero. Él, la miró, y acercó su boca hasta los labios de ella, allí, ante la mirada atónica y perpleja de ella, se besaron. Él, estaba contento con lo que había hecho, ella, estaba paralizada, y cuando pudo reaccionar, alzó su mano, y con toda su fuerza, le dejó impregnada la palma en su cara. El sonido que aquello formó, sí se oyó en el piso de abajo. Ella gritaba cómo loca, y él, sólo podía llorar…
Esa tarde sabía que la vería, pero no porque hubiesen quedado, pues, su cobardía no le dejaba expresar sus sentimientos, ella, era algo mayor que él, quizás, 8 o 10 años, o incluso puede que más, pero, eso, no le impidió que su corazón palpitara cada segundo por ella. Él tenía la certeza de que ella estaría allí, por la sencilla razón de que otros días como aquel mismo había estado, y esta vez no sería una excepción. No podía serlo.
Llegó allí pronto, quizás demasiado, no había prácticamente nadie, ni siquiera estaba ella. Triste, se acercó a la pared, y allí, se sentó, a pesar de ser un caluroso día de verano, el suelo, y la pared estaban helados, cómo si acabasen de ser mojados, y la sombra les hubiera protegido del calor. Desde allí, no podía ver quién llegaba, pero, no le importaba, seguro que llegaría alguien antes que ella, y se echaría atrás en sus planes de besarla.
Por suerte para él, o por desgracia, pues, no se encontraba capaz de hacerlo, al poco de estar allí, vio que ella salía de una habitación, y subía unas escaleras arriba, esas escaleras que tantas otras veces había subido. Lo dudó por unos instantes, pero definitivamente se decidió a subir. Le temblaban las piernas, y su pulso estaba bastante acelerado, cuando estaba a mitad de camino entre las dos plantas se detuvo. Por unos momentos, que le parecieron una eternidad, dudó en si seguir subiendo o no hacerlo.
Si subía, se encontraría con ella, con mucha suerte solos los dos, con un poco de mala, acompañados. Entonces, debería pensar algo para preguntarle, o explicar de algún modo que estuviese allí. No se le ocurría nada, se desesperaba, si se quedaba allí y alguien llegaba, lo vería, o incluso ella podría bajar, y preguntarle qué hacía allí. Estaba entre la espada y la pared, transformó su cobardía en valor, cambió el miedo por seguridad, y subió las escaleras para encontrarse con ella.
Llegó a aquel pasillo, esta vez, le parecía mucho más grande e inmenso. Había varias habitaciones a cada lado del pasillo, ¿en cuál buscar? ¿Qué decirle cuándo se encontraran? Quizás ella no se acordaba de él, así, tal vez sería mejor, pues podría explicarle quién era, pero, y si se acordaba, ¿porqué había subido hasta allí? La respuesta, en su mente estaba clara, quería verla, necesitaba besarla, declararle su amor. Pero, eso, no se lo podía decir a ella, no tenía el valor suficiente para decirle todo eso.
No tenía otra opción, la buscaría, intentaría explicarle quién era él si no se acordaba, y, decirle que sólo quería saludarla tras tanto tiempo sin hablarse. Luego, tras eso, la besaría. Y esperaría su reacción, pasara lo que pasara habría cumplido su sueño, la habría besado, y nada más importaba. Por una vez en su vida, había luchado hasta el final, y en esos casos lo que menos importa es el resultado. Sólo importa entregarse al máximo, como él estaba haciendo.
Con paso tembloroso empezó a recorrer aquel pasillo, había cuatro, o quizás, cinco puertas, a primera vista parecían todas cerradas, pero, tras un exhaustivo examen, seguían cerradas. Al menos, sé que tiene que estar en una de estas puertas, se dijo para sí mismo. ¿Pero por cuál empezar? Tragó saliva y se acercó a una puerta cualquiera, pensó en abrirla sin más, pero, recapacitó, y creyó que sería mejor pegar con los nudillos, y esperar contestación. Se sacó la mano del bolsillo, tomó aire, cerró el puño, alzó el brazo y se dispuso a tocar en la puerta.
Toc… Toc… Toc…
Unos segundos después, nada ocurrió, al menos en aquella habitación. Algo estaba claro, allí no estaba. Pues, había pegado tan fuerte, que pensó que incluso pudo haberse oído en la planta de abajo. Bueno, vayamos a otra puerta, pensó. Pero, antes de que pudiera dar algún paso, se abrió otra puerta, y salió ella. Un poco asustada, le preguntó que había pasado. Él sólo le dijo, que la estaba buscando, para hablar con ella, ella, le incitó a entrar a su despacho.
Una vez dentro, por suerte a solas los dos, le estuvo explicando quién era él, dónde se habían conocido, y que simplemente quería saludarla. Ella, al escuchar sus palabras sonreía, pues, no se acordaba de él, pero poco a poco, con su historia, sí se iba acordando. Incluso, alguna vez llegó a corregirlo a él. Allí, hablando, pasaron un buen rato, se acercaba la hora para que comenzara el motivo de que los dos estuviesen allí. Ella, le dijo, que era hora de bajar, y él se puso de pie, caminaba hacia la puerta y ella le seguía, aún con una sonrisa en sus labios.
Al salir de aquel despacho, ella cerró la puerta, y le miró a los ojos para decirle, que bajase él primero. Él, la miró, y acercó su boca hasta los labios de ella, allí, ante la mirada atónica y perpleja de ella, se besaron. Él, estaba contento con lo que había hecho, ella, estaba paralizada, y cuando pudo reaccionar, alzó su mano, y con toda su fuerza, le dejó impregnada la palma en su cara. El sonido que aquello formó, sí se oyó en el piso de abajo. Ella gritaba cómo loca, y él, sólo podía llorar…
6 Vencidos:
Se trataba de dos cigüeñas diferentes, en dos lugares diferentes ^^
Es normal que te pierdas... a parte de que yo isma me pierdo y no sé escribir, en este caso aun es más difícil para los ajenos al momento... momentos que puede que sólo tengan sentido para mi...^^
Jajaja gracias ^^ pues en noviembre haré 24 añazos, aunque mentales debo rondar los 7.. :)
Besines!
Siempre es bueno leerte, pequeñito...
Te dejo besitos...
Caída, no todo es lo que parece... ¿no?
Esos momentos son los mejores, la mayoría de lo que yo escribo, sólo tiene sentido para mí en el momento en que lo escribo...
Qué joven...
PD: Puedes responderme a los comment en tu blog, que me suscribo a ellos...
Gabriela, gracias, lo mismo te digo, pero, yo te leeré la semana que viene, que hoy he venido con prisas, he estado en la playa, y me he pasado por aquí...
Besos a las dos...
lindo relato una historia q usualment el final si me sorprendio...no m gusto mucho pues esperaba quisas algun final feliz...aunke tambien se hubiera puesto predecible si hubiera sido asi...y predecible noooo esa palabra no va contigo.......me encanto n_n
jaja, bueno, Marju, qué decir, ya lo has leído... (el siguiente digo)
Bss
Véncete a Las Palabras