Al llegar a la aldea, se bajo del caballo, y con su mano derecha cogió las riendas de este para guiarlo por allí, la gente que pasaba a su alrededor, parecía no inmutarse con su presencia. Algo le decía en su corazón, que, allí no encontraría su pasado. Esta aldea, era, previsiblemente, más grande que la que dejó tiempo atrás en la cima de la montaña. Podría considerarse como un pueblo pequeño incluso, pues según pudo ver, había muchas casas, más de las que imaginaba, y allí en los alrededores había un bar.
Seguía andando y nadie parecía reconocerlo, era como si fuese invisible ante los ojos de los demás. Desesperado, se acercó a un hombre, que podría tener su edad, quizás ese lo conocería, pero, el hombre no hizo mueca alguna cuando se cruzó con él. Cabizbajo, Moisés siguió andando hacia la posada, se volvió a cruzar con otro joven, esta vez, éste parecía menor que él, pero no le importó. Dijo, como gritando al viento:
-Pedro, ¡cuánto tiempo sin vernos!, ¿qué ha sido de tu vida?
Pensó, que así, quizás alguien lo reconociera, pero, nada, aquel chico, sólo le dijo, que no se llamaba Pedro, y que a él no le conocía de nada. Moisés, sólo pudo decirle, casi con lágrimas en los ojos, que lo sentía y se habría confundido. Siguió su camino, cada vez más dispuesto a ir a la posada a, tomarse algún trago, para ahogar sus penas, y ahogar su pasado.
Le surgió otro problema, no podía dejar sólo al caballo allí en la calle, o este se escaparía. Y tampoco encontraba ningún lugar lo suficientemente apropiado como para amarrarlo. Por suerte, vio a unos niños correr por allí, los llamó, y estos, se acercaron algo asustados, era normal, pues él era un desconocido para ellos, y para él mismo. Moisés les ofreció 10 pesetas a cada uno si cuidaban del caballo mientras él estaba en el bar, los niños, aceptaron de buena gana aquel trabajo, ganarían 10 pesetas por no hacer nada. Entonces, él les dio las riendas, y entró en la posada.
No había mucha gente, era normal, aún no había anochecido del todo, y la gente, estaría trabajando aprovechando los pocos momentos de luz que aún le quedasen. Allí, se acercó a la barra, miró a ambos lados, y no pudo reconocer a nadie, como tampoco nadie le reconoció a él, o al menos, no le dijo nada. Instantes después se le acercó el camarero, y le dijo que qué era lo que quería tomar. Él, un poco desconcertado, acertó a pedir una copa de vino del terreno. El camarero le ofreció un vino bastante dulce, con un color intermedio entre marrón y anaranjado. Moisés disfrutó bastante con ese vino, y volvió a pedir otra copa.
Antes de empezar a tomarla, le preguntó al camarero, qué clase de vino era ese tan sabroso, y, tan dulce. Este, le respondió, que por supuesto era un vino malagueño, un vino de Olías. El vino, según le explicó era cosechado en las montañas que rodeaban el lugar, entonces, estaba en Olías, estaba en Málaga. En realidad aquello no le significaba demasiado, pero, ya al menos, sabía todo lo que le rodeaba, estaba en Málaga en el año 1923, con poco más de 800 pesetas en el bolsillo, pues tenía que pagarle a los niños, y las dos copas de vino.
Por suerte para él, el camarero, le trajo un poco de queso, sin preguntarle nada, sólo le dijo, que cómo era un turista, lo probara, que invitaba la casa. Él aceptó de buen gusto, aunque con un poco de tristeza, le había llamado turista, eso quería decir que no le reconocía. No sabía quién era. Se tomó aquel queso de cabra, y le dio las quince pesetas que el camarero le pidió, pensó, que Carlos le había engañado con el caballo, y el alquiler de aquella pequeña casa, pero, de todas formas el dinero no era suyo, y no le importaba.
Seguía andando y nadie parecía reconocerlo, era como si fuese invisible ante los ojos de los demás. Desesperado, se acercó a un hombre, que podría tener su edad, quizás ese lo conocería, pero, el hombre no hizo mueca alguna cuando se cruzó con él. Cabizbajo, Moisés siguió andando hacia la posada, se volvió a cruzar con otro joven, esta vez, éste parecía menor que él, pero no le importó. Dijo, como gritando al viento:
-Pedro, ¡cuánto tiempo sin vernos!, ¿qué ha sido de tu vida?
Pensó, que así, quizás alguien lo reconociera, pero, nada, aquel chico, sólo le dijo, que no se llamaba Pedro, y que a él no le conocía de nada. Moisés, sólo pudo decirle, casi con lágrimas en los ojos, que lo sentía y se habría confundido. Siguió su camino, cada vez más dispuesto a ir a la posada a, tomarse algún trago, para ahogar sus penas, y ahogar su pasado.
Le surgió otro problema, no podía dejar sólo al caballo allí en la calle, o este se escaparía. Y tampoco encontraba ningún lugar lo suficientemente apropiado como para amarrarlo. Por suerte, vio a unos niños correr por allí, los llamó, y estos, se acercaron algo asustados, era normal, pues él era un desconocido para ellos, y para él mismo. Moisés les ofreció 10 pesetas a cada uno si cuidaban del caballo mientras él estaba en el bar, los niños, aceptaron de buena gana aquel trabajo, ganarían 10 pesetas por no hacer nada. Entonces, él les dio las riendas, y entró en la posada.
No había mucha gente, era normal, aún no había anochecido del todo, y la gente, estaría trabajando aprovechando los pocos momentos de luz que aún le quedasen. Allí, se acercó a la barra, miró a ambos lados, y no pudo reconocer a nadie, como tampoco nadie le reconoció a él, o al menos, no le dijo nada. Instantes después se le acercó el camarero, y le dijo que qué era lo que quería tomar. Él, un poco desconcertado, acertó a pedir una copa de vino del terreno. El camarero le ofreció un vino bastante dulce, con un color intermedio entre marrón y anaranjado. Moisés disfrutó bastante con ese vino, y volvió a pedir otra copa.
Antes de empezar a tomarla, le preguntó al camarero, qué clase de vino era ese tan sabroso, y, tan dulce. Este, le respondió, que por supuesto era un vino malagueño, un vino de Olías. El vino, según le explicó era cosechado en las montañas que rodeaban el lugar, entonces, estaba en Olías, estaba en Málaga. En realidad aquello no le significaba demasiado, pero, ya al menos, sabía todo lo que le rodeaba, estaba en Málaga en el año 1923, con poco más de 800 pesetas en el bolsillo, pues tenía que pagarle a los niños, y las dos copas de vino.
Por suerte para él, el camarero, le trajo un poco de queso, sin preguntarle nada, sólo le dijo, que cómo era un turista, lo probara, que invitaba la casa. Él aceptó de buen gusto, aunque con un poco de tristeza, le había llamado turista, eso quería decir que no le reconocía. No sabía quién era. Se tomó aquel queso de cabra, y le dio las quince pesetas que el camarero le pidió, pensó, que Carlos le había engañado con el caballo, y el alquiler de aquella pequeña casa, pero, de todas formas el dinero no era suyo, y no le importaba.
10 Vencidos:
Bueno, aquí está la primera de las tres últimas partes de esta pequeña novela. Cuando estaba escribiendo, esta parte final, pensé que sólo sería una entrada, pero, luego, por su extensión fueron dos. Y, finalmente, han sido tres, ha surgido así, algo más larga de lo que esperaba. El resto de las partes se publicarán automáticamente entre esta semana, y la próxima, hoy martes, he podido venir, porque he tenido que ir al médico.
Intentaré volver a pasarme el sábado, para, leeros, y si puedo comentaros. (A los commentarios de este blog responderé el lunes 18). Espero que estéis bien... Os echo de menos...
Ups... me acabo de dar cuenta que la entrada que tenía preparada para este sábado no se ha publicado, porque, le cambié la fecha por error... y no la arreglé. Lo siento...
Dado ese error, se publicará más adelante...
Y ¿qué pasó entonces?...
¡¡¡queremos que nos leas más del cuento!!!
^_^
por aqui también se te echa en falta...
guau! tienes toda una agenda hecha n_n
pues yo espero la segunda parte esta interesante y las intrigas no saben muy dulces como ese vino n_n...besos.
guau! tienes toda una agenda hecha n_n
pues yo espero la segunda parte esta interesante y las intrigas no saben muy dulces como ese vino n_n...besos.
upps!! salio dos veces y con esta tres n_n.....me emocione plop! o q paso??
¿te he dicho últimamente que me gusta mucho como escribes?
Espero la siguiente.
Un saludo.
Caída, muy pronto sabrás lo que pasó entonces... pero para el final tendréis que esperar algo más de lo que pensaba, pero os armonizaré la espera con otras entradas...
(Yo también te echo de menos...)
Marju, jaja, una agenda, que hoy la he retocado un poco... Bueno, si no es tan dulce, siempre podemos comernos un torroncito de azúcar.
PD: ¿Qué has hecho para que salgan tantos comments?
Eigual, no sé si me lo has dicho, pero, viniendo de tí, es un honor leer eso, muchas gracias guapa.
Besos a todas, ;)
Como me gusta esta historia querido amigo.. Porque siempre nos dejas asi.. con estas aansias locas de saber más..
Me he sorprendido mucho por el nombre del chico. Es mi preferido.. Asi se llama mi hermano pequeño.. Como gusta este nombre..
Pues nada mi dulce pena.. te sigo leyendo.. sin prisas pero con muchas ganas..
abrazos.
Pier, pues la siguiente parte está aún más interesante... jaja, y esta semana o la que viene publicaré el final...
Sí alguna vez me dijiste que tu hermano se llamaba Moisés, y que a mi novela de El Rincón de Los Vencidos al chico le pondrías Moisés, por eso lo he "bautizado" así, por ti y tu hermano...
;) Tardes más o tardes menos en leerme esto no se va a ir...
Abrazos
Véncete a Las Palabras