Aquella noche se despertó, antes hubiera sido algo inusual pero en la última semana, estaba haciéndolo de un modo demasiado frecuente. Se incorporó un poco en la cama, y encendió la luz de la lámpara que le acompañaba en su mesilla de noche. Él sólo arrugó los ojos, y le dijo casi en sueños, que la apagase. Ella, como últimamente, se disculpó, mientras él, sólo refunfuñaba por haberlo despertado, y siguió durmiendo. Ella, lloraba, lloraba, y se fue del cuarto, para no molestarlo más.
Pero, antes de salir por completo del cuarto, cogió un pequeño diario que escribía a escondidas de él, lo cogió, y fue al salón, mientras, él seguía inmerso en un profundo sueño. Pensó que era ahora o nunca, desde hacía mucho tiempo, la relación no era como antes, habían cambiado muchas cosas, quizás demasiadas, como para seguir inmersa en esa pesadilla, en ese velatorio, y esas disculpas, sinceras, pero mal agradecidas.
Y sin valor para volver al cuarto, a vestirse, fue a la cocina, donde estaba la lavadora, y el cesto de la ropa sucia, buscó y sacó la que pensó, o quiso pensar, menos sucia. Se vistió, bajo la tenue luz de la cocina, y volvió al salón. Sentada en el sofá, con la mirada intentaba averiguar dónde había algún trozo de papel, y algún bolígrafo; recordó que él, siempre guardaba algunos debajo del televisor, para las urgencias. Los cogió, y se sentó en la mesa.
Ahora, o nunca volvió a pensar. Y, tristemente, fue nunca.
Pero, antes de salir por completo del cuarto, cogió un pequeño diario que escribía a escondidas de él, lo cogió, y fue al salón, mientras, él seguía inmerso en un profundo sueño. Pensó que era ahora o nunca, desde hacía mucho tiempo, la relación no era como antes, habían cambiado muchas cosas, quizás demasiadas, como para seguir inmersa en esa pesadilla, en ese velatorio, y esas disculpas, sinceras, pero mal agradecidas.
Y sin valor para volver al cuarto, a vestirse, fue a la cocina, donde estaba la lavadora, y el cesto de la ropa sucia, buscó y sacó la que pensó, o quiso pensar, menos sucia. Se vistió, bajo la tenue luz de la cocina, y volvió al salón. Sentada en el sofá, con la mirada intentaba averiguar dónde había algún trozo de papel, y algún bolígrafo; recordó que él, siempre guardaba algunos debajo del televisor, para las urgencias. Los cogió, y se sentó en la mesa.
Ahora, o nunca volvió a pensar. Y, tristemente, fue nunca.
Nunca le escribió una carta de despedida, nunca le escribió, un adiós. Tan sólo, abrió la puerta de la calle, tan suavemente como su excitado pulso le permitía, y la cerró con una suavidad, que no se conocía en esa casa desde tiempo atrás, pues él siempre la cerraba a portazos, por su mal humor, y ella, apenas salía. Bajó las escaleras, y se encontró enfrente de la puerta que daba a la calle, no fueron muchas escaleras, pues vivía en la primera planta del bloque de pisos, pero, en esos instantes, le parecieron una eternidad.
Por alguna extraña razón, que no alcanzaba a comprender, sintió un extraño deseo de ir a la estación de trenes, le extrañó mucho porque nunca había cogido un tren, no sabía que le esperaría, que tenía que hacer, ni a dónde iría el tren. Hacía frío aquella noche, así que se apresuró para llegar a la estación, y, por primera vez, coger el tren. Sin un destino, sin un futuro… Sólo con su ropa, y mucha ilusión, la ilusión de empezar de nuevo. Un nuevo mundo, unas nuevas ilusiones… sabiendo que a partir de ese momento todo cambiará. Será su nueva vida, su nueva ilusión. Ya no tendrá que mirar atrás.
4 Vencidos:
Muy bonito... tengo yo uno escrito, sin publicar, similar... la temática, claro. Me gustó mucho. Un beso.
Carlota, me alegro de que te haya gustado.. tengo muchas ganas de leer el tuyo..
Bss
Pues de momento no pienso publicarlo... pero que sepas que el título lleva la palabra gris. Besucos.
Uhmm... gris, ya empieza mi imaginación a funcionar... jaja
PD: As´ino me dices mucho.. Yo queiro que la publiques!! jeje
Bss
Véncete a Las Palabras