Por ello, se abrigó bien. Un pantalón de pana, de esos que tanto abrigan, una camiseta de manga corta, y encima de esta, una de manda larga. Y sobre las dos, una sudadera de algodón, su mejor sudadera. ¿La sombrilla? No la necesitaba, iba cerca, si le llovía podría correr sin mojarse demasiado. Cogió la cartera, tenía unas tres mil pesetas en ella, pronto dejarían de existir las pesetas...
Por el camino, se cruzó con dos ojos, una mirada preciosa, que en aquel momento le impactó y años más tarde, le causaría un gran daño y unas heridas, aún, insanables. Pero, en aquel momento era no era consciente de eso, y prosiguió su camino, con la sonrisa que lleva el que sabe que le han alegrado el día, tan sólo con un cruce de miradas, con una sonrisa y un palpito en el corazón.
Llega a su destino, hace frío, pero no le importa, aún mantiene el calor de aquellos ojos almendrados... en su corazón la sensación de que algo malo iba a pasar, ¿pero qué? ¿y cuándo? No tenía demasiado tiempo para pensar, se acercaba la hora, y su corazón tampoco le dejaba espacio para otro pensamiento que no fuesen aquellos ojos. Y eso fue lo que hizo, abandonar su cita, y huir en busca de aquellos ojos, y dejar plantada a la que, aún, era su novia.
Aún, pero, no por él, sino por ella. Aquella tarde habían quedado en la cafetería dónde se conocieron, para cortar. Fue una decisión unánime que había tomado ella, su relación se había mermado en aquellos escasos ocho meses de noviazgo, pero, muchos más años de amigos, desde que hicieron los estudios de secundaria. Cuando se conocieron, como suele pasar, ninguno de los dos se podía imaginar que acabarían juntos, pero el destino así lo quiso, y por ello, cuando acabaron la carrera, tras cinco años juntos, decidieron darse una oportunidad.
Ella estuvo siempre enamorada de él, pero, él, no. Él no sintió nada por ella hasta el momento en que ella se lo propuso, nunca vio más allá de su amistad, nunca intuyó los sentimientos de su amiga. Y sólo aceptó salir juntos, porque sería su primera experiencia, su primera novia, pero no su primer amor. Por eso quizás sea por lo que tantas veces apartó su relación con ella para priorizar otras cosas... como esta, para anteponer la mirada de aquella joven desconocida.
Se levantó de la silla, y antes de que el camarero pudiera llevarle al café que pidió echó a correr en busca de aquellos ojos.