Dejé vencer mi alma, y por fin viviré en paz... En este Dulce Rincón, con esta Pena Vencida. Adiós La Dulce Pena. Adiós El Rincón de Los Vencidos. Todo tiene un principio, un fin y un motivo por el que existir: Este Rincón ya encontró el suyo, ahora es hora de delegar en La Piel de Una Promesa.
La Piel de Una Promesa

Cuando Todo Parece Perdido

29 agosto 2008

8 Vencidos

-Bueno, Moisés cuida mucho de tu madre que no me habías dicho que eran tan guapa.
-Mamá, mamá… Este señor me ha dado esto por cuidar de su caballo, y esto, para que tú te lo guardes. –Dijo el niño mientras enseñaba, las quince, y las quinientas pesetas.
-¿Pero Moisés no te tengo dicho que no aceptes nada de extraños, y si te hubiese hecho algo? –Dijo la madre dirigiéndose al niño, y le luego, miró a Moisés, y le dijo–. Muchas gracias, pero, no podemos aceptarlo, es mucho dinero y a usted le hará falta.
-No se preocupe… Guárdeselo, a mi no me hace falta, y si me hiciera, sé cuidar de mí mismo, siempre será más fácil que yo encuentre un trabajo antes que usted, además, debe cuidar de su hijo, para que llegue a ser alguien de provecho.
-Gracias de verdad, si hay algo que pueda hacer por usted o su familia no dude en decírmelo… –Dijo, la madre de Moisés agradeciéndoselo–. Me llamo Raquel, estaré aquí una temporada por si quiere algo.
-De acuerdo, muchas gracias, ahora, he de ir al hostal antes que oscurezca y no lo encuentre.

De esta forma Moisés, se fue de aquel lugar hacia el hostal. Todo era demasiado confuso, aquel niño se llamaba cómo él, la madre, era Raquel, la voz de aquella mujer le resultaba conocida, al chico se le había muerto el padre… todo parecía encajar, menos una cosa, la más importante. Ninguno de los tres había podido reconocerse. Lo más seguro es que sólo sean casualidades, pero, en su corazón, había algo que le decía que era ella, que era él. Esas dos personas habían formado parte de su vida. Cuando los ojos de esa mujer le habían mirado, se habían iluminado, habían resplandecido, emocionados.

Quizás, a partir de ahora, no pueda hacerle caso a mis sueños, ahora, más que nunca estarán guiados por lo que ha pasado esta tarde. Tendré que olvidarme por completo de mi pasado, y comenzar una nueva vida renunciando a todo lo que, quizás, un día amé. A todo aquello que me hizo crecer, y motivó mis ilusiones y mis sueños. A partir de esta noche, para bien o para mal, todo cambiará. Mañana al despertar, buscaré un empleo, e intentaré vivir en el hostal ahorrando algo de dinero, hasta que pueda vivir en otro lugar.

Todos aquellos pensamientos recorrían la mente de Moisés, y sin quererlo, o al menos, sin darse cuenta, llegó al hostal. Pero, al llegar, allí estaba Raquel, y el pequeño Moisés, ¿qué hacéis aquí? Le preguntó más cómo queja, que cómo sorpresa. Raquel le respondió que aquel hostal no era lugar para que durmiera el padre de su hijo, que no era lugar, para que durmiera su marido. No era lugar para él. Tras aquellas palabras, y con lágrimas en los ojos, bajo los ojos atónitos de los dos Moisés, Raquel, se abalanzó sobre el cuello del mayor, y le dijo, que él era quién creía ser.

-Sí, cariño, soy yo. Y eres tú. Te he estado buscando tanto tiempo, este mes ha sido muy duro, has cambiado mucho, al verte no he podido reconocerte, pero, ahora sé que no hay duda, el corazón de una mujer no se equivoca. Eres Tú, tú eres mi amor…
-¿Entonces…? Es cierto, al final he encontrado mi pasado, ese pasado que tanto me ha costado buscar. Ese pequeñín es mi hijo… y tú, el amor de mi vida. Perdonadme por favor, no he sabido reconoceros, pero, había perdido la memoria. Y ni siquiera sabía quién era… Mi único vínculo con vosotros han sido algunos sueños, en los que me creía loco, al ver imágenes del pasado…
-¿Qué importa el pasado?, ¿Qué importan los recuerdos? Lo que importa es que has vuelto, y por fin volveremos a estar juntos…

Mientras decía aquellas palabras Raquel besaba a Moisés, y el pequeño Moisés lloraba de emoción, su padre, no estaba muerto, y su madre volvía a sonreír… Aún quedaban muchas cosas por contar, aún quedaba mucho por recordar, o mejor aún, muchos recuerdos por crear… Pero, al menos, ahora volvían a estar los tres…



Cuándo todo está perdido, cuándo no sabemos por dónde ir,
Surge un nuevo rayo de esperanza que nos ilumina el camino a seguir.

Restos de Ensueño (IV)

27 agosto 2008

5 Vencidos

Última parte de Restos de Ensueño, para esta, me ayudó la blogger y buena amiga Marju. Gracias guapa.

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En el coche, ella le preguntó porqué hizo lo que hizo, y él, no supo explicárselo muy bien, tan sólo que desde la primera vez que se vieron no había podido dejar de pensar en ella, y al fin se dijo “Ahora o Nunca”, y fue a hablar con ella, y el resto ya lo sabía… Ella volvió a sonreírle, con esa sonrisa picarona, que dio comienzo a todo lo que les estaba pasando. Mientras tanto ella seguía conduciendo, y él cada vez estaba más perdido por aquellas calles, ¿a dónde me llevará? se preguntaba a cada momento.

De repente, ella le preguntó si esa noche le estaba esperando alguien, o podía llegar tarde, él le dijo, que no le esperaba nadie. Su madre, sabía que tardaría porque estaba con un amigo tras el examen. Entonces, ella al escuchar eso, giró en la primera callé que se encontró, y se detuvieron en un hotel, se acercaron hasta recepción, y ella pidió una habitación, él, estaba nervioso empapado en un sudor frío, pero, ella, parecía tan firme y decidida. Empezaba a imaginarse lo que sucedería; pues en espejismos ya había tenido escenas de su encuentro con ella, tantas veces se imagino esa noche, sin embargo, en ese instante no podía ni pensar como sucedería…

Estaba caminando hacia lo desconocido, como si todo le resultase extraño, como si acabara de aterrizar en este mundo… Al entrar a la habitación, no sabían cómo comenzar, él dudaba si tendría que dar el paso, o sería ella. Antes de que el momento se tornara incomodo, ella dio el primer movimiento, dejó entrever sus cartas… los dos estaban de pie en aquella habitación. Beatriz lo tomó por lo hombros, y lo sentó en la cama para que la mirase, en sus ojos se podía ver el fuego de la pasión. Empezó por desprenderse del vestido suavemente, deslizándolo por su cuerpo, dejando al aire su divinidad, aguantándole la mirada…

Se quedó paralizado, no podía casi ni respirar; pensando que, quizás, sería otro sueño; paralizado para no romper el encanto… ella se acercó a él y lo beso, aquel beso se volvía cada vez más apasionado. Asustado, pero con delicadeza, le acaricio la pierna y lentamente subió hasta su cintura sin dejarla de besar… extasiados por la lujuria sucedió lo que el destino dejó que pasara…

Acabaron allí en la cama, sin saber cuánto tiempo había transcurrido, sin sentirlo pasar, se había detenido para ellos, quizás, fueron horas, quizás minutos… Ella dijo:
-Si supieras lo que ahora siento, si esto hubiera pasado hace tiempo… No, quizás hubiera sido igual, hubieras seguido siendo menor que yo…
No pienses más en eso, ahora tu edad es lo que menos me importa. Lo que me importa ahora es que te quiero, y quiero quererte todos los días, siento algo por ti, me has mostrado el cielo…
-¿Sabes? Yo también siento algo, no sé cómo, pero me estoy enamorando de ti…
Lo que ha pasado esta noche no fue casualidad, estaba escrito, desde que te vi pensé que nunca te tendría entre mis brazos, incluso que nunca más volvería a verte. Y ahora, que te tengo, no quiero que te vayas… Sé que tienes pareja; por eso yo no debería decirte todo esto… pero, quise robarle un poco de magia a esta noche para podértelo decir:

Siempre te he querido y has estado en mis pensamientos... –dijo él, se sinceró con ella.
-Si siempre has sentido eso, ¿¿por qué no me lo dijiste antes??
Por cobarde… siempre fui un cobarde.


Ambos se volvieron a quedar en silencio, cómo cuando entraron, pero, ella, una vez más volvió a romperlo.

-Él me va a dejar, lo he engañado. No podré ocultárselo, y cuando lo haga, me dejará… no lo puedo juzgar está en su derecho, le fallé; y me quedaré sola.
No te quedarás sola… no mientras esté yo. No sé si esto te ayuda o te importa, pero yo, si quieres, estaré aquí a tu lado…
-Claro que importa, es lo único que me importa… Quizás cometamos un error al dejarlo todo y querernos. Pero, sólo tengo una vida y parte de ella me encantaría compartirla contigo…

Odio en Tu Mirada

25 agosto 2008

8 Vencidos

Hace tiempo que te conocí, tú, me gustabas, pero, yo te sabía imposible, por alguna extraña razón. Jamás, te expresé mis sentimientos. Jamás, te los dejé entrever... Pero tú, sin yo saber muy bien la razón, me mirabas de una forma especial, y me hacías girar la vista hacia otro lado.

Estos días, te he vuelto a ver, he visto tus ojos, esos ojos de siempre. Pero, te he aguantado la mirada, sin ningún gesto en mi cara, tan sólo seriedad e indiferencia. He podido leer en tus ojos, y ahora no sé si ví Odio... Desprecio... Envidia... Celos...

Para mí nunca fuiste nada, ni podrías haberlo sido, somos demasiado opuestos... por eso, no entiendo la razón de tus miradas tan dañinas...
¿por qué?

¿Blogger a Largo Plazo?

23 agosto 2008

12 Vencidos

Estos días no sé muy bien porqué, quizás porque se acerca mi cumpleaños (irán 21 años al cuerpo) y me voy sintiendo mayor, pero, me ha dado por pensar qué pasara con La Dulce Pena, con El Rincón de Los Vencidos, al fin y al cabo, con mi "alma" bloggera.

Según la contabilidad, existen dos periodos de tiempo. Corto Plazo y Largo Plazo, entendiendo como corto el que es menos de un año, y largo un año o más. Pero, creo que en microeconomía, distingue entre el medio plazo también. Siendo este el que dura ente un año y cinco (más o menos) y largo más de cinco años.

Entonces, yo a corto plazo sé que voy a seguir siendo blogger, porque lo necesito, porque es lo que me da fuerzas, escribir, y leer otros blogs, mi vida sin blogs, sin escribir, está vacía... Cuando he estado en el campo, he estado escribiendo pequeñas historias, no puedo dejar de escribrir... es algo más fuerte que yo. Al menos por ahora.

A medio plazo, sé que es muy probable que siga siendo blogger, y siga escribiendo, al menos el primer año del medio plazo (2010); porque, aún estaré en la carrera, y tendré tiempo para hacerlo. Quizás no demasiado porque si todo sale bien, estaría en cuarto, el último año de Lcd. Economía... Pero, ¿después qué? Si empiezo a trabajar quizás no tenga tanto tiempo como quisiera, quizás no pueda seguir escribiendo, ni leyendo...

Pero, entonces pienso que la mayoría de los bloggers a los que leo de forma asidua, son mayores que yo, y tienen trabajo, familia, y las respectivas obligaciones de la edad. Y siguen siendo bloggers, si a ellos les da tiempo, a mí también debería de darme, quizás las publicaciones no sean tan continuadas como ahora, pero, seguro que siempre podré sacar un hueco para hacerlo.

Y, entonces, pienso que no sé cuánto tiempo llevarán ellos en el mundo de los blogs, porque, los blogs que yo leo no tienen porqué ser los primeros que escribieran. Sin ir más lejos, este blog mío, no es el primero que hice... este surgió nueve meses después... La razón de que me dé miedo el tiempo que permanezca siendo blogger es porque, se vea mermada mi imaginación... necesito seguir escribiendo, pero cosas nuevas...

Si todos esto es a medio plazo... no quiero ni pensar qué pasará a largo plazo... quizás no sea blogger, quizás, ni siquiera escriba... ¿pero entonces, qué haré?
Me aterroriza el futuro...

Hubiera o Hubiese

21 agosto 2008

14 Vencidos

¿Qué habría pasado si te hubiese hablado?
¿Qué habría pasado si te hubiera besado?


¿Qué paso cuándo ni te hablé, ni te besé?




Nada...





...



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Restos de Ensueño (III)

19 agosto 2008

2 Vencidos

-Ehh… ehh… Espera un segundo, tranquilízate. Hay algo que deberías saber… En realidad, sí tengo pareja. –Le dijo ella, mostrando un tono de preocupación.
Pero… ¿no me habías dicho que no tenías?
-
Sí es cierto, te he mentido. Te he engañado. Al igual que lo he engañado a él. Y, no sé muy bien el motivo de haberlo ocultado, ni siquiera sé por qué te he besado.
… Si lo has hecho por algo será, quizás, sientas por mí lo mismo que yo por ti. O no estés bien a su lado.

-No, no es eso… Tú eres demasiado joven como para que yo me sienta atraída por ti. No sé cuál será la verdadera razón.

Da igual, no importa… ¿Sabes? Hoy, cuando he salido de mi casa, sólo tenía el recuerdo de un sueño, más bien una pesadilla, pero, te necesitaba ver, y besarte. Aún a pesar de que ese beso me causase dolor, pero, lo necesitaba. –Mientras él decía todo eso, ella lo miraba. A pesar de su juventud parecía muy decidido. Él siguió hablando–. Con este beso has cumplido mi sueño. Me has mentido, me has engañado, pero, me has hecho feliz. He soñado tantas veces con este día, con poder mirarte a los ojos, y besarte, hoy al fin lo he conseguido y ya no importa nada, mañana todo volverá a ser igual, y, sentiré vergüenza al mirarte y recordarlo. Pero, sabré que me besaste, sabré que los sueños se cumplen.
-Me alegro por ti, hace un segundo pensaba que había sido un error para los dos. Ahora, veo, y siento que el error sólo ha sido para mí, por engañar a mi pareja, pero, con un simple beso, todo ha cambiado. Quizás él nunca llegue a entenderlo, porque no lo sabrá, pero, para mí, tras tus palabras, ha significado mucho… –En sus palabras empezaba a leerse, que quizás, ella también estuviera empezando a enamorarse de él–. Quiero que sepas que siempre tendrás un sitio en mi corazón, pase lo que pase, tú has conseguido hacer tambalear mis principios… Si no fueras tan joven, y yo no tuviera pareja.

Si eso se diera, yo más mayor y tú sin pareja, quizás, no hubiera subido a verte hoy. Seguramente, ninguno de los dos estaría aquí ahora. Las cosas pasan por alguna razón, Ahora no sabemos verla, pero eso no quiere decir que si fuesen distintas fueran mejores… Sólo me queda decirte que en mis recuerdos siempre estará nuestro beso, y eso es lo único que quería. Sabía que no te podía pedir amor, sabía que nunca serías mía, pero, necesitaba sentir tus labios. Con eso me bastaba… –Dijo él mientras le empezaba a nacer una lágrima en los ojos.

Ella, al verlo allí, intentando creerse fuerte, pero, aun sabiendo que su corazón era débil, se volvió a acercar y le besó. Otro beso, que a pesar de lo que ambos sabían ninguno rechazó. Él sólo pudo darle las gracias, y secarse las lágrimas. Mientras tanto, comenzó a sonar el móvil de Beatriz. Descolgó la llamada, y al interlocutor, le dijo, que esa noche se quedaría allí, que no le esperase despierto, tenía mucho trabajo que hacer… Ya se verían al día siguiente. Tras eso colgó, y mirándole a los ojos le dijo:

Puede que mañana me arrepienta de lo que pase esta noche. Puede que me arrepienta toda mi vida. Pero, si no lo hago quizás me arrepienta igual. Me has enseñado la importancia de los sueños, y esta noche, soñaremos los dos juntos…

Tras aquellas palabras, Beatriz, le dijo que le acompañase al coche, e irían a dar una vuelta, quizás a tomar algo, una caña, un cafe... y hablar sobre ellos... En el fondo él sabía que lo que iba a hacer Beatriz por él, no estaba demasiado bien, pero, sentía un poco de alegría porque ella lo iba a hacer, y eso significaba, que quizás sintiera algo por él, no sabía hasta dónde llegaríasn aquella noche, ni al día siguiente, pero, algo cambiaría para siempre el rumbo de sus vidas…

Jugar a Mamás y Papás

17 agosto 2008

8 Vencidos

Este video me ha impactado, si queréis subirlo a vuestros blogs, pinchad en "<>" y os da el código.

¿Todo Está en Su Lugar?

15 agosto 2008

5 Vencidos

Antes de marchar de allí, le preguntó al camarero si en aquel lugar había algún hostal dónde poder alojarse por un tiempo indeterminado, pues, según le dijo, no era un turista, sino un inmigrante, en busca de una nueva vida mejor para él y los suyos, necesitaba un trabajo, y quería buscarlo allí, por eso necesitaba dormir. El camarero, le explicó que sí, y le dijo, que no era muy común que por allí vinieran inmigrantes a buscar trabajo, pero, que si tenía suerte algo encontraría. Moisés sólo puedo sonreír con una sonrisa ladeada, y con una pena en su corazón.

Esa pena de saber, que ya jamás volvería a encontrar a su amor, de saberse perdido para siempre, de crear una nueva vida a base de mentiras, y recuerdos no vividos. Salió de la posada, y le pagó lo que le prometió a los chicos, pensando que, quizás, en su vida pasada él también tuviera un hijo de esa edad, con lágrimas en los ojos, le dio unas cuantas pesetas más a cada uno, diciéndole que se lo dieran a sus padres, y se portaran muy bien con ellos.

Uno de aquellos niños empezó a llorar, entre sollozos el chico intentaba explicarle que su padre había muerto unas semanas atrás, y su madre, se estaba gastando sus pocos ahorros recorriendo pueblos mientras buscaba un trabajo. Aquel niño pequeño y su madre desvalida le llegaron al corazón, por eso, se metió la mano en el bolsillo, sacó un billete de 500 pesetas, y le dijo al chico que los guardara muy bien, y cuando viera a su madre que se los diera, si le preguntaba, que le dijera que lo había ganado cuidando a un caballo.

El pobre niño con toda su inocencia aceptó el dinero, a pesar de que la madre le había dicho que no hablara con extraños, pero, por alguna razón, se sentía bien al lado de aquel hombre. Mientras ellos dos disfrutaban de la escueta compañía del otro, el grande del pequeño y el pequeño del grande, vino la madre del otro chico y se lo llevó, cuando este le dijo a la madre que aquel señor le había dado 15 pesetas, la madre dijo que se las devolviese, Moisés que escuchó la conversación, le dijo a la madre de aquel niño que se las había dado él, porque había cuidado de su caballo. Y que no tenía importancia, la madre, quizás por la escasez de dinero en aquello época, o por su propia codicia le dijo gracias a Moisés, y se fue con las quince pesetas y su hijo.

Cuando Moisés quedó sólo con el niño, le preguntó cómo se llamaba, y este, le dijo que Moisés cómo su padre, entonces, él sonrió y le dijo que también era Moisés. Según le dijo el pequeño, aún quedaba un poco para que llegase su madre, pues, en aquellos días estaba trabajando en el campo, pero, no pensaba quedarse mucho tiempo allí. Para armonizar la espera, Moisés, subió al pequeño Moisés al caballo, y sujetando las riendas le dio unas cuantas vueltas por aquella calle. Pensando en cómo estaría su posible hijo, su mujer de sueños, cómo y dónde estaría su familia.

-Moisés, Moisés… Vida mía, cuánto te he echado de menos.
Esas fueron las palabras que oyó a sus espaldas. Sí, era la voz de Raquel de eso no había duda, era ella, la había encontrado… Pero, la voz del niño le arrebató de aquel sueño, este llamaba a su madre, diciéndole lo divertido que era aquel caballo tan grande, y lo bien que se había portado aquel señor con él, y su amigo. Cuando Moisés se dio la vuelta, no pudo reconocer a la mujer que tenía enfrente.

Restos de Ensueño (II)

13 agosto 2008

5 Vencidos

Allí, se quedó él, llorando, con tanto dolor, que hasta le hizo despertar del sueño. Al despertar, miró el reloj, y se dio cuenta de que si no se daba prisa, posiblemente se le haría tarde. Mientras tanto en su mente, aún seguía el recuerdo del sueño, y de aquel bofetón en su cara, que, parecía que le estaba doliendo a pesar de haber sido en el sueño, y estar en la realidad.

Ahora, en vigilia, tenía miedo de la pseudo cita, ¿y si el sueño había sido una premonición? ¿Y si cuando la besara ella lo abofetearía? Quizás sería mejor dejarlo pasar todo, y no hacer nada. Ya habría otra oportunidad para conseguirlo, pero, quizás no hubiese otra para estar al lado de ella, para besarla, para demostrarle sus sentimientos… Él nunca destacó por su seguridad, pero en aquel momento, estaba al borde de una taquicardia, y ni siquiera había salido de su casa.

Hizo de tripas corazón, convirtió el miedo en valor… se vistió, y salió dispuesto a encontrarse con ella, a subir las escaleras, a buscarla en aquel pasillo, a soportar la bofetada, si es que se daba el caso, pero, ese día no se iría sin rozar sus labios. Como tantas otras veces atrás pensó, ahora o nunca; todo o nada. Esta vez sería ahora y todo. Cuando salió de su casa, en la calle parecía que estaba toda la ciudad, para dificultarle el paso y retrasarle. “No lograrán su objetivo.” Se decía una y otra vez a sí mismo…

Cuando por fin pudo llegar allí, ya no tenía tiempo para buscarla a ella, para estar a solas. Tendría que hacer aquel examen, pronto, y esperar que ella saliera de su grupo, en aquel momento todo dependía de la suerte. En poco más del tiempo mínimo que tenían para poder salir de la clase hizo el examen, lo entregó, sabiendo la nota que tendría, un suspenso, pero le daba igual, otro año aprobaría… Salió al pasillo, y se sentó en el mismo lugar que en su sueño, apoyado en la pared.

Pasaban los minutos, para él horas, y nadie salía de las clases, cuando empezaron a salir algunos compañeros, se preguntaba en que clase estaría ella haciendo el examen. Si desde allí podría verla salir, y subir a su despacho, irse, o tal vez, esperar a algún compañero suyo. Daba igual, no importaba el lugar, lo único que importaba era el sentimiento, declararle su amor, rozar sus labios, rodear su cintura con las manos, sentir su respiración en la piel.

Oscurecía y seguía sin aparecer.

Entre el sueño y aquello estaba perdiendo la esperanza de poder besarla aquella noche, pero, cuando todo está perdido surgen nuevas esperanzas… y con ellas, ella. Él se reclinó sobre la pared, y, como pudo, disimuló su estancia allí. Ella, para su sorpresa, pasó cerca de él, y le dedicó una leve sonrisa, él, no pudo hacer otra cosa más que devolvérsela, y soñar… dejar flotar su imaginación, mientras que la contemplaba subir las escaleras con aquel vestido rojo pasión, que le hacía un escote precioso, acompañado de su larga melena morena, y el final de ese vestido, acababa por encima de sus rodillas. Todo parecía perfecto, todo en ella era perfecto.

¿Si le sonrió era porqué le conoció o porqué pretendió ser agradable con él al verlo allí solo? Sólo había una forma de averiguarlo, y era la que había estado esperando tanto tiempo… Subir las escaleras hasta el despacho. Y eso es lo que hizo, cuando llegó al pasillo, entre todas las puertas sólo había una entreabierta. Supuso, y acertó, que era la suya. Cuando entró en el despacho, ella, volvió a sonreírle.

-Hola, ¿Qué tal? Cuánto tiempo sin vernos, ¿no? ¿Cómo te ha ido? –Le asaltó ella con todas esas preguntas.
Pues, bien, bien. Gracias. Sí mucho tiempo, creí que ni siquiera te acordarías aún de mí. Me alegro que aún me recuerdes. Y, bueno, podría haber ido mejor, para que engañarnos…
-Bueno… no te preocupes, seguro que lo sacas, y sino para otra vez, aún eres muy joven.
Sí, que remedio… ¿no? Y, bueno, ¿tú qué tal lo llevas todo? Tu pareja, el trabajo, la vida en general, ya sabes…
-Preguntó él con bastante interés, pero intentando disimularlo.
-Pues… con mi pareja bastante bien, ni un solo problema, la verdad, –la mirada de él se tornó por segundos–, no tengo, así que no me da ningún problema. ¿Y tú con tu novia?
Yo no tengo novia, ninguna chica quiere amarme, ni estar a mi lado… Pero uno se acostumbra a todo, ¿no?
-Sí… qué remedio.

Ella miró su reloj, y se despidió de él, diciendo que un día deberían quedar para tomar un café y seguir hablando, él muy contento aceptó la proposición. Cuando ella, se levantó para acompañarlo a la puerta. Él se acercó, la cogió por la cintura y antes de que ella pudiera reaccionar le besó… Ella, un poco asustada, se volvió atrás, pero sin quitarse las manos de su cintura, y se acercó a él, y volvió a besarle sin mediar palabra. Un beso mágico, el beso, con el que tanto había soñado él, y quién sabe si ella…

Walläda

11 agosto 2008

5 Vencidos

Este año, mis vacaciones están resultando algo mejor de lo que pensaba, y no es porque no tenga que estudiar, que tengo, pues me dejé dos asignaturas para septiembre (Macroeconomía I, y Estructura Económica de España II); tampoco es porque no haya ido al campo o a la obra a trabajar, que también he ido, aunque es cierto que no demasiado; tampoco es porque haya acabado de revisar mi libro, que está ahora mismo es un parón indefinido. Ni tampoco es porque esté haciendo todo lo que me gusta, que tampoco.

Está resultando mejor, por una sencilla razón, una pequeña razón de cuatro patas y de varias tonalidades de marrón y gris. A la que he querido llamar Walläda en honor a la última princesa andalusí. La podéis ver en la foto mamándole a su madre, que se llama Desi. Esta gatilla, porque es hembra, me está alegrando las mañanas, las tardes y las noches…

Cuando estoy cansado de estudiar, salgo de mi cuarto, y la busco por, llamémoslo, el pequeño porche, ella, por lo general, suele estar durmiendo entre los rosales, o entre las paredes que soportan la tierra de los mismos. Me acerco a ella, y se despierta y maúlla, casi peleándome, pero, tras esa reacción, se incorpora, y viene a mis pies y juguetea con mis dedos.

Otras veces, la cojo, y la pongo en mi regazo, allí se queda dormida, y juega con mis dedos, a la par que con su lengüecilla me los va “limpiando”, y haciéndome cosquillas…

Además de Walläda y Desi, tengo varios gatos más, Oscura y Lolo. Y dos perras, Niebla y Cani. Ahh, y varias codornices, conejos, gallinas, una pareja de pavos… y alguno más que se me escapará por ahí. Pero, realmente, yo, sólo me dedico a los perros un poco y a los gatos otro poco. Los que cuidan de los animales es mi hermana, y mi padre. Pero de eso ya os hablaré otro día…

Restos de Ensueño (I)

09 agosto 2008

6 Vencidos

Era la tarde que había estado esperando toda su vida, o al menos desde la primera vez que la vio a ella en aquel bar, y, por casualidad, entablaron conversación. Él no era de ese tipo de personas que hablaba demasiado, pero aquella vez fue distinto. Desde aquel día, no pudo dejar de pensar en ella, en cómo sería una vida a su lado, un mundo de felicidad junto a ella, un mundo de sueños…

Esa tarde sabía que la vería, pero no porque hubiesen quedado, pues, su cobardía no le dejaba expresar sus sentimientos, ella, era algo mayor que él, quizás, 8 o 10 años, o incluso puede que más, pero, eso, no le impidió que su corazón palpitara cada segundo por ella. Él tenía la certeza de que ella estaría allí, por la sencilla razón de que otros días como aquel mismo había estado, y esta vez no sería una excepción. No podía serlo.

Llegó allí pronto, quizás demasiado, no había prácticamente nadie, ni siquiera estaba ella. Triste, se acercó a la pared, y allí, se sentó, a pesar de ser un caluroso día de verano, el suelo, y la pared estaban helados, cómo si acabasen de ser mojados, y la sombra les hubiera protegido del calor. Desde allí, no podía ver quién llegaba, pero, no le importaba, seguro que llegaría alguien antes que ella, y se echaría atrás en sus planes de besarla.

Por suerte para él, o por desgracia, pues, no se encontraba capaz de hacerlo, al poco de estar allí, vio que ella salía de una habitación, y subía unas escaleras arriba, esas escaleras que tantas otras veces había subido. Lo dudó por unos instantes, pero definitivamente se decidió a subir. Le temblaban las piernas, y su pulso estaba bastante acelerado, cuando estaba a mitad de camino entre las dos plantas se detuvo. Por unos momentos, que le parecieron una eternidad, dudó en si seguir subiendo o no hacerlo.

Si subía, se encontraría con ella, con mucha suerte solos los dos, con un poco de mala, acompañados. Entonces, debería pensar algo para preguntarle, o explicar de algún modo que estuviese allí. No se le ocurría nada, se desesperaba, si se quedaba allí y alguien llegaba, lo vería, o incluso ella podría bajar, y preguntarle qué hacía allí. Estaba entre la espada y la pared, transformó su cobardía en valor, cambió el miedo por seguridad, y subió las escaleras para encontrarse con ella.

Llegó a aquel pasillo, esta vez, le parecía mucho más grande e inmenso. Había varias habitaciones a cada lado del pasillo, ¿en cuál buscar? ¿Qué decirle cuándo se encontraran? Quizás ella no se acordaba de él, así, tal vez sería mejor, pues podría explicarle quién era, pero, y si se acordaba, ¿porqué había subido hasta allí? La respuesta, en su mente estaba clara, quería verla, necesitaba besarla, declararle su amor. Pero, eso, no se lo podía decir a ella, no tenía el valor suficiente para decirle todo eso.

No tenía otra opción, la buscaría, intentaría explicarle quién era él si no se acordaba, y, decirle que sólo quería saludarla tras tanto tiempo sin hablarse. Luego, tras eso, la besaría. Y esperaría su reacción, pasara lo que pasara habría cumplido su sueño, la habría besado, y nada más importaba. Por una vez en su vida, había luchado hasta el final, y en esos casos lo que menos importa es el resultado. Sólo importa entregarse al máximo, como él estaba haciendo.

Con paso tembloroso empezó a recorrer aquel pasillo, había cuatro, o quizás, cinco puertas, a primera vista parecían todas cerradas, pero, tras un exhaustivo examen, seguían cerradas. Al menos, sé que tiene que estar en una de estas puertas, se dijo para sí mismo. ¿Pero por cuál empezar? Tragó saliva y se acercó a una puerta cualquiera, pensó en abrirla sin más, pero, recapacitó, y creyó que sería mejor pegar con los nudillos, y esperar contestación. Se sacó la mano del bolsillo, tomó aire, cerró el puño, alzó el brazo y se dispuso a tocar en la puerta.

Toc… Toc… Toc…
Unos segundos después, nada ocurrió, al menos en aquella habitación. Algo estaba claro, allí no estaba. Pues, había pegado tan fuerte, que pensó que incluso pudo haberse oído en la planta de abajo. Bueno, vayamos a otra puerta, pensó. Pero, antes de que pudiera dar algún paso, se abrió otra puerta, y salió ella. Un poco asustada, le preguntó que había pasado. Él sólo le dijo, que la estaba buscando, para hablar con ella, ella, le incitó a entrar a su despacho.

Una vez dentro, por suerte a solas los dos, le estuvo explicando quién era él, dónde se habían conocido, y que simplemente quería saludarla. Ella, al escuchar sus palabras sonreía, pues, no se acordaba de él, pero poco a poco, con su historia, sí se iba acordando. Incluso, alguna vez llegó a corregirlo a él. Allí, hablando, pasaron un buen rato, se acercaba la hora para que comenzara el motivo de que los dos estuviesen allí. Ella, le dijo, que era hora de bajar, y él se puso de pie, caminaba hacia la puerta y ella le seguía, aún con una sonrisa en sus labios.

Al salir de aquel despacho, ella cerró la puerta, y le miró a los ojos para decirle, que bajase él primero. Él, la miró, y acercó su boca hasta los labios de ella, allí, ante la mirada atónica y perpleja de ella, se besaron. Él, estaba contento con lo que había hecho, ella, estaba paralizada, y cuando pudo reaccionar, alzó su mano, y con toda su fuerza, le dejó impregnada la palma en su cara. El sonido que aquello formó, sí se oyó en el piso de abajo. Ella gritaba cómo loca, y él, sólo podía llorar…

¿Eras Tú?

07 agosto 2008

9 Vencidos

Al final, fui a ese lugar, y allí, vi a alguien, quizás fueras tú. No estoy seguro no te supe reconocer. En aquel momento, quise pensar que eras tú.

Cuando cruzamos miradas, cuando estuvimos mirándonos frente a frente, labio con labio, cuerpo con cuerpo. Cuando contuvimos las miradas, y callaron nuestros labios, entonces quise pensar que eras tú.

Hoy, quiero pensar que eras tú, algo distinta, algo cambiada, pero tú y tu esencia… Mi corazón me lo dijo, pero, ya nunca podré saberlo. Si mi voz hubiese hablado, si hubieses escuchado mi corazón…

Un Lugar en el que Vivir

05 agosto 2008

10 Vencidos

Al llegar a la aldea, se bajo del caballo, y con su mano derecha cogió las riendas de este para guiarlo por allí, la gente que pasaba a su alrededor, parecía no inmutarse con su presencia. Algo le decía en su corazón, que, allí no encontraría su pasado. Esta aldea, era, previsiblemente, más grande que la que dejó tiempo atrás en la cima de la montaña. Podría considerarse como un pueblo pequeño incluso, pues según pudo ver, había muchas casas, más de las que imaginaba, y allí en los alrededores había un bar.

Seguía andando y nadie parecía reconocerlo, era como si fuese invisible ante los ojos de los demás. Desesperado, se acercó a un hombre, que podría tener su edad, quizás ese lo conocería, pero, el hombre no hizo mueca alguna cuando se cruzó con él. Cabizbajo, Moisés siguió andando hacia la posada, se volvió a cruzar con otro joven, esta vez, éste parecía menor que él, pero no le importó. Dijo, como gritando al viento:

-Pedro, ¡cuánto tiempo sin vernos!, ¿qué ha sido de tu vida?
Pensó, que así, quizás alguien lo reconociera, pero, nada, aquel chico, sólo le dijo, que no se llamaba Pedro, y que a él no le conocía de nada. Moisés, sólo pudo decirle, casi con lágrimas en los ojos, que lo sentía y se habría confundido. Siguió su camino, cada vez más dispuesto a ir a la posada a, tomarse algún trago, para ahogar sus penas, y ahogar su pasado.

Le surgió otro problema, no podía dejar sólo al caballo allí en la calle, o este se escaparía. Y tampoco encontraba ningún lugar lo suficientemente apropiado como para amarrarlo. Por suerte, vio a unos niños correr por allí, los llamó, y estos, se acercaron algo asustados, era normal, pues él era un desconocido para ellos, y para él mismo. Moisés les ofreció 10 pesetas a cada uno si cuidaban del caballo mientras él estaba en el bar, los niños, aceptaron de buena gana aquel trabajo, ganarían 10 pesetas por no hacer nada. Entonces, él les dio las riendas, y entró en la posada.

No había mucha gente, era normal, aún no había anochecido del todo, y la gente, estaría trabajando aprovechando los pocos momentos de luz que aún le quedasen. Allí, se acercó a la barra, miró a ambos lados, y no pudo reconocer a nadie, como tampoco nadie le reconoció a él, o al menos, no le dijo nada. Instantes después se le acercó el camarero, y le dijo que qué era lo que quería tomar. Él, un poco desconcertado, acertó a pedir una copa de vino del terreno. El camarero le ofreció un vino bastante dulce, con un color intermedio entre marrón y anaranjado. Moisés disfrutó bastante con ese vino, y volvió a pedir otra copa.

Antes de empezar a tomarla, le preguntó al camarero, qué clase de vino era ese tan sabroso, y, tan dulce. Este, le respondió, que por supuesto era un vino malagueño, un vino de Olías. El vino, según le explicó era cosechado en las montañas que rodeaban el lugar, entonces, estaba en Olías, estaba en Málaga. En realidad aquello no le significaba demasiado, pero, ya al menos, sabía todo lo que le rodeaba, estaba en Málaga en el año 1923, con poco más de 800 pesetas en el bolsillo, pues tenía que pagarle a los niños, y las dos copas de vino.

Por suerte para él, el camarero, le trajo un poco de queso, sin preguntarle nada, sólo le dijo, que cómo era un turista, lo probara, que invitaba la casa. Él aceptó de buen gusto, aunque con un poco de tristeza, le había llamado turista, eso quería decir que no le reconocía. No sabía quién era. Se tomó aquel queso de cabra, y le dio las quince pesetas que el camarero le pidió, pensó, que Carlos le había engañado con el caballo, y el alquiler de aquella pequeña casa, pero, de todas formas el dinero no era suyo, y no le importaba.