-Moisés, prepárate que vamos al almacén, ya verás que es muy cómodo, tengo un pequeño colchón y un somier sostenido en unos cuantos ladrillos, no se arrepentirá. Y mañana cuando despierte, venga a mi casa, y le daré el caballo para que pueda llegar a la aldea, ¿sabe montar caballos? –le preguntó Carlos–. Sino sabe, siempre podría darle una clase rápida mañana por la mañana.
-No, no gracias, se lo agradezco mucho. Hace tiempo que no monto a caballo, pero, sí sé montar, gracias, no se preocupe. Y allí abajo, en el almacén, hay alguna forma de saber qué hora es.
Moisés, tras su mentira, o verdad, no lo sabía, intentó cambiar de tema, Carlos le dijo que no, simplemente sabría cuando salía el sol cuando entrara por alguno de los muchos huecos de la ventana, llegaron allí, y se despidieron, Carlos le dejó una llave, y él se quedó con otra. Era extraño, pero todas las personas que se cruzaban con él, no tenían miedo, y confiaban en él, quizás demasiado. Tras aquello se quedó solo, y sin saber qué habría pasado con la mujer de Carlos, ya que este no le dijo nada, y él no se atrevió a preguntar. Encendió la luz, y vio un calendario, al fin podría saber la fecha en la que estaban, al fin tendría más datos de esa realidad que estaba viviendo, según el calendario era septiembre de 1923.
-1923… tampoco me dice mucho este año, aún así sigo sin saber mi edad, sigo sin saber que pasará en la aldea a al que voy, ¿y si nadie me conoce?, ¿y si nadie puede darme pistas sobre mi pasado?, ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?... Tantas preguntas y tan pocas respuestas. No sé nada, no he podido recordar nada, sólo un par de sueños difusos, un nombre, Raquel, y algunas hipótesis que yo mismo he concluido… Quiero encontrar respuestas a todas las preguntas, quiero saber quién es Raquel… Mi Amor… ¿qué harán?, ¿me estarán buscando?, ¿estarán siguiendo mis pasos?, o ¿será ella la que me ha hecho esto?
Todas aquellas dudas atormentaban la mente de Moisés, se quedó dormido, de nuevo, los sueños le jugaron una mala pasada, esta vez, en ellos sólo escuchaba voces, no veía ninguna cara, pero, esa voz, era la voz de Raquel, era la voz de su amor, su corazón, se lo decía, el lo sentía, necesitaba creerlo:
-“¿Dónde estás? Te echo mucho de menos, hace ya un mes que no estás con nosotros, ¿Qué ha sido de ti? La gente, mis padres dicen que habrás muerto, pero, yo no quiero creerlo… No puedo creerlo, sé que estás en algún lado. Te siento en mi pecho… ¿pero dónde estás? Yo siempre te esperaré en… …”
De nuevo, como tantas otras veces la luz del día le había jugado una mala pasado y le había despertado del letargo, ahora, no sabía nada de dónde buscar a Raquel, pero, al menos, tenía la esperanza de que el sueño fuese realidad; pero en su interior aún persistía la duda de creer que sólo era su imaginación, el deseo de que todo fuese así realmente… posiblemente nunca lo sabría. Se levantó de aquella pseudo cama, y abrió la puerta del almacén, sabía que cualquier intento por volver a soñar era inútil, y que sólo haría viciar aún más, si cabía, sus sueños. Era una mañana de septiembre preciosa, podía ser el día en que todo cambiara, todo dependería de la suerte que tuviera con el caballo, y de cuándo llegaría a la aldea…